Hace 26 años, cuando Maradona gambeteó a seis jugadores ingleses y se graduó de leyenda, Lionel Messi ni siquiera nacía.
Hoy que es su entrenador, Maradona tiene una misión: hacerlo crecer. Si no lo logra, habrá fracasado. No se trata solo de abrazarlo tras los partidos, o de agarrarle los cachetes sabiendo que vienen los fotógrafos o de darle la cinta en un acto populista. No. Se trata de darle en la cancha los elementos suficientes para que Messi sea Maradona. O quizás más.¿Cómo lo hace? Messi no se potencia como 10 si no tiene volantes rápidos que le piquen a los lados y se le ofrezcan como socios. Si están Maxi Rodríguez y sobre todo Ángel di María la cosa camina, pero si le ponen a Juan Sebastián Verón el fútbol se hace lento, impreciso y poco claro.
Ante Grecia, más allá del 2-0, se vio una Argentina confundida que no definió cómo y por dónde hacer daño. Por más que sean amigos y compartan la habitación queda claro que Messi y Verón no siempre se entienden del todo dentro de este esquema titular.
Recién en los últimos 20 minutos cuando entraron Di María y Pastore –dos jugadores no figurones como la ‘Bruja’-, Messi encontró otra compañía y fue el del Barcelona de España, es decir, el jugador capaz de ganar una Champions o una Copa del Mundo.