Byron Aguirre estrelló su martillo sobre el piso cuando el arquero griego Alexandros Tzorvas tapó un remate del argentino Lionel Messi. Es su ídolo y por eso ayer esperaba que el astro argentino marcara su primer gol en el Mundial de Sudáfrica.
Cinco segundos antes de golpear el concreto había regresado la mirada al televisor gris de 24 pulgadas que sacó de su habitación e instaló sobre la caja que contiene las herramientas con las que repara bicicletas en el taller ‘Miguelito’, ubicado en el barrio Nigeria (Isla Trinitaria).
Pese a que Byron y Miguel, su papá, son fanáticos del fútbol, el Mundial sudafricano no ha paralizado el trabajo. La ropa manchada de grasa, el olor a gasolina y las herramientas regadas daban cuenta de que la jornada laboral había sido agitada.
A un costado del taller, arrimadas a un poste grueso de guayacán que sirve para sostener los cables que llevan la energía eléctrica al sector, 15 bicicletas recién reparadas esperaban ser retiradas por sus dueños.
Byron arreglaba la última bicicleta del día. Era una montañera de las que salieron al mercado en la década del 90. Era un híbrido. Tenía montura de BMX y frenos de Chopper. Las llantas eran lo único original que conservaba, pero los baches y las piedras que sobresalen en las calles del sector las habían hecho explotar.
Parecía un trabajo fácil para los Aguirre, pero se tornó complicado. El tubo de la llanta entraba y salía de un agua oscura y con un fuerte olor a combustible, almacenada en una rueda de tractor partida por la mitad, pero no aparecía el hueco por el que se escapaba el aire.
Miguel optó por desentenderse del trabajo cuando el relato del narrador Paco Álvarez, de TC Televisión y Gama TV, subió de tono. El partido se tornaba cada vez más intenso.
El equipo de Diego Maradona estaba a punto de abrir el marcador por los ataques constantes en el arco rival. “Deja eso ahí, mijo y ven a ver a Messi”, le dijo a Byron tratando de tranquilizarlo debido a que el trabajo no le permitía seguir minuto a minuto a quien ayer se constituyó en el jugador más joven (22 años) en lucir la cinta de capitán de Argentina en un Mundial.
Ese dato Byron lo conocía perfectamente. El lunes por la tarde había visitado la página web de la Asociación Argentina de Fútbol (AFA) y ahí se anunciaba que el capitán sería el hábil volante del Barcelona de España.
Pero eso no lo dejó satisfecho al joven de 19 años. Quería que su ídolo marcara un gol. Por eso dejó la llanta a un lado y se sentó sobre un banco de madera, manchado de grasa y carcomido por los costados, que habitualmente usa cuando repara una bicicleta.
Un minuto después la Selección gaucha abrió el marcador. Una ilusión óptica le había hecho creer que el autor era Messi, por eso se levantó de su asiento. “Si no me detengo a ver el partido, no hace el gol”, dijo con una sonrisa que dejaba ver espacios marcados entre sus dientes. Pero cuando se dio cuenta que fue Martín Demichelis, regresó a su banco viejo y desgastado.
El segundo tanto, de Martín Palermo, generó una fría celebración. El joven aplaudió y esbozó un tibio “gol” entre sus labios. “Tranquilo mijo que Messi se destapa en los octavos de final”, le dijo Miguel como consuelo. Faltaban cinco minutos para que terminara el cotejo y las oportunidades que había tenido Messi para marcar no se concretaron. La esperanza de Byron es que lo haga en la segunda fase.