Había ocasiones en que llegaba a casa hasta con cinco saquillos llenos de botellas y Rosa Quiñónez corría ayudarle a descargar. Ese es uno de los recuerdos que siguen vivos en la popular Calle 8 de Lago Agrio, de cuando el ‘Toño’, a sus 6 años, intentaba asemejarse a un comerciante.
El ahora estrella del Manchester United, de Inglaterra, descubrió que esa actividad le permitió obtener sus primeros ingresos económicos. Por eso les convencía a sus amigos y compañeros de escuela que le ayudaran a recolectar botellas de vidrio usadas.
La tía Rosa, como llama Antonio a una vecina de la familia, recuerda que lo recolectado luego lo vendía a un reciclador mayorista de los envases y que aprendía a ahorrar las ganancias. Pero el mayor orgullo de la mujer de 57 años es que, según dice, ella le tuvo en sus brazos apenas nació, ya que fungía de asistente de su madre, la partera María Cervana que atendió el alumbramiento.
Ahora Antonio Valencia, que el sábado jugará contra Barcelona español, la final de la Champions, le guarda un aprecio a la tía Rosa, que incluso en la visita a Nueva Loja en diciembre pasado le obsequió la camiseta con que jugara la temporada 2010 en Manchester U.
A cambio ella le brindó un buen vaso de ‘la chucula’, un batido de maduro con leche, uno de los que más le gusta al actual mejor futbolista de Ecuador.
Y ese espíritu de comerciante continuó junto a su hermano Eugenio, el tercero de seis hermanos (‘Toño es penúltimo). A los 12 años, ambos recorrían los mercados de Shushufindi, Joya de los Sacha, Coca y otras ciudades, recaudando las cuotas de pago de la mercadería que entregaba su padre Luis Valencia.
Mientras recorrían cada pueblo también adquirían productos como queso, gallinas, guantas y más que traían de vuelta en las parrillas de las rancheras para comerciar en Nueva Loja.
Eugenio no se olvida de cómo su hermano menor, “con mucha labia, ganaba en el regateo a duchos comerciantes, pero siempre con honradez como nos aconsejaba nuestro padre”.
Eugenio insiste que ‘Toño’ nunca malgastaba sus ganancias. “A veces compraba leche, aguacate y maduro para preparar sus batidos o también un buen almuerzo con fritada, mote y queso”. Pero su prioridad era comprar las zapatillas azules para usarlas en sus intensas jornadas de juego.
Pues el fútbol se convirtió en su pasión al punto que ni en el aula de clases se olvida del balón. La tía Rosa cuenta que en muchas ocasiones la maestra Teresa Tinoco le llamó la atención para que atendiera y dejara de juguetear con la pelota que lo tenía en sus pies, pese a estar sentado en el pupitre.
Tampoco lo detenía ni la insistencia de su mamá Teresa Mosquera, quien vive en Quito, de que hiciera sus tareas escolares ni porque la gente de más edad lo excluía del armaje del equipo. Esto le molestaba y reclamaba que “métanle a la esthella (así pronunciaba de niño la palabra estrella).
A los consejos de que estudiara se sumaron los de Mirnia Portocarrero, madrina de bautizo. Ella se convirtió en su tutora en las tareas escolares, en especial las de matemática y lectura en las que más se complicaba y le demoraban en ir al juego.
En más de una ocasión, Portocarrero insistió que más bien se dedicara a los estudios. Pero tampoco dejó de apoyarlo para que se fuera jugar sin siquiera sospechar que ese niño “de carita redonda y con churitos” del que aceptara ser madrina “llegara lejos como está ahora en Europa”.
Ahora, ella dice ser una de las más fieles seguidoras de su ahijado Toñito, al igual que todos los vecinos y amigos que le vieron crecer en la Calle 8, ubicada a un costado del estadio Carlos Vernaza. En este escenario fue donde Antonio empezó a demostrar sus habilidades futbolísticas.
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Perlaza aconseja que juegue como un amateur
Un grupo de futbolistas vestidos con uniforme rojo hacía piques, saltos y trotes largos en la cancha humedecida del estadio federativo de Sucumbíos. Con cronómetro en mano y vestido de verde, el entrenador Pedro Pablo Perlaza dirigía la práctica.
Se trataba del entrenamiento diario del Caribe, que participa en el torneo provincial de Segunda categoría y en el que se diera a conocer Antonio Valencia, cuando el equipo aún era amateur.
Perlaza, quien se encargó de pulir la técnica de ‘Toño’ cuando este tenía entre 12 y 14 años, habla con orgullo de su ex alumno, aunque insiste que jamás se imaginó que llegaría a tales lides, ahora le aconseja que “juegue como amateur y no como profesional, porque este se vuelve aburguesado y piensa más en el dinero”.
La recomendación de Papi Perlaza es que Antonio el sábado juegue “con la misma humildad de cuando empezó con nosotros”.