De regreso a casa y como goleador

Narciso Mina

Narciso Mina

Narciso Mina se quedó en Ecuador para cumplir una promesa que se hizo al salir del Barcelona en el 2009. “Regresaré a ese club, pero a triunfar”.

El jugador de 29 años, nacido en San Lorenzo, rechazó la opción de jugar en el club Al Sadd de Qatar , en Oriente Medio. En ese equipo pensaban contratarlo para reemplazar al delantero Carlos Tenorio, quien dejó ese club para vincularse a Liga.

Allá, le ofrecieron un contrato por cinco años y la opción de prolongarlo. Casa, carro, estudios para sus dos hijos y un sinnúmero más de comodidades y lujos para él y su familia. Esa propuesta lo puso a meditar por semanas. Pero pesó más su afición por la divisa amarilla, en donde pasó dos etapas -una con 18 y 19 años como juvenil-, y el deseo por concluir una tarea que dejó pendiente en el 2009: ser goleador en Barcelona.

Uno de sus primeros pedidos para regresar fue que trajeran a José Ayoví, quien en el Independiente lo abasteció en casi todos los goles de este año (28) en el torneo. Otro fue que incorporaran a Marwin Pita, con quien, según él, haría más tantos.

Antonio Noboa, presidente torero, le garantizó el primer fichaje y le ofreció negociar el segundo. Mina aceptó y firmó. Recomendó a Ayoví porque las asistencias de este lo llevaron, también a ubicarse séptimo en el escalafón de goleadores del mundo y primero en Sudamérica.

Ayoví recuerda que una noche recibió la llamada de Mina. Se comunicaba con él para preguntarle si quería jugar en Barcelona. El juvenil de 18 años le respondió que era uno de sus sueños. “Entonces van a negociar con los dirigentes del Independiente para que vengas conmigo”, recuerda que le dijo Mina.

Según Carlos Sevilla, el acoplamiento entre Mina y Ayoví fue natural. Lo fue porque el primero “sabe ubicarse dentro del área” y el segundo “es veloz y juega siempre hacia el arco rival”.

El defensa Arlín Ayoví, su compañero en esta temporada en el Independiente del Valle, lo califica como un “goleador nato”.

El estratega Dusan Draskovic define a Mina como un atacante moderno. Tiene buen juego aéreo, define bien con la derecha y con la izquierda. “Hace mucho tiempo no veíamos un delantero con esas cualidades”.

Pero a esas virtudes, Draskovic le suma una más: “es perseverante”. Esa cualidad es parte de su personalidad desde que inició su carrera en las formativas de Barcelona en el 2000.

Esa perseverancia fue la que hizo que se constituyera en figura en el 2003, en la Segunda categoría, cuando jugaba en Liga de Cuenca (Azuay).

Ese club disputaba un zonal de ascenso. Se encontraban jugando un partido decisivo cuando Mina se rompió la mandíbula en tres partes. Los médicos le dieron un mes de descanso, pero él volvió a la cancha dos semanas después. Les pidió a los galenos que le colocaran una venda alrededor de la cara, entró a la cancha y marcó los dos goles con los que su equipo ganó el cotejo.

Esa fue la lesión que más lo ha marcado en sus nueve años de carrera profesional. Lo ha marcado tanto como el gol que le hizo a Jacinto Espinoza, en el 2006, cuando él jugaba en el Deportivo Cuenca y el ‘Chinto’ defendía a Liga de Quito.

Julio Asad y Carlos Sevilla son los técnicos a los que más admira porque le permitieron consolidar su juego. Siempre fue delantero. Recibió críticas y cuestionamientos de técnicos que no se explicaban cómo pretendía convertirse en centro atacante con 1,72 metros de estatura.

Pero Mina destruyó el mito que establece que un buen delantero debe medir más de 1,80 metros. Le hizo goles a todas las defensas, menos a la del Manta, equipo con el que ascendió a la Serie A, en el 2008.

Lizandro Torres, quien hizo dupla en la zaga atunera con Bolívar Gómez, confesó que le costó marcar a Mina en los cuatro partidos en los que enfrentaron al Independiente del Valle.

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