Las conversaciones pospartido Ecuador vs. Uruguay se mantuvieron durante todo el día entre los periodistas de la redacción de Grupo EL COMERCIO.
Unos defienden al Chucho Benítez, otros atacan al árbitro Carlos Amarilla, otros han analizado el desempeño ecuatoriano en Montevideo y otros ya piensan en el partido contra Chile el próximo 12 de octubre.
Los comentarios vienen de gente que no cubre regularmente Deportes, pero sí que vibraron con el partido jugado en el Centenario. Aquí algunos comentarios:
La clasificación está en el Atahualpa
Darwin Massuh
Macro editor de Deportes y Vida Privada
Confieso que no confiaba en el trabajo del técnico de la Selección Nacional de Fútbol, Reinaldo Rueda. Lo que vi este martes en el estadio Centenario de Montevideo me ha puesto a pensar en lo que puede venir .
“Con este equipo sí llegamos”, titulamos en la portada de papel de la edición de EL COMERCIO de este miércoles, porque así como jugó la Tricolor es capaz de ganar o al menos empatar a domicilio a cualquier rival en lo que resta del camino al Mundial de Brasil del 2014.
Más allá de las deficiencias técnicas (fallas en la definición y errores defensivos) que impidieron a la Tricolor definir el juego en Uruguay, el técnico hizo un planteamiento táctico brillante.
Hasta este martes era pesimista. A pesar de la boleta perfecta de los cuatro triunfos ecuatorianos como local, yo estaba lleno de dudas porque no contábamos con un equipo sólido y contundente en el estadio Atahualpa.
En la inauguración de la Eliminatorias vencimos a una mediocre Venezuela que estaba pensando más en ganarle a Argentina que en bloquear a Ecuador. Frente a Perú, Colombia y Bolivia contamos con más suerte de la que merecíamos.
Por eso mi preocupación ahora está centrada en lo que la Selección pueda hacer en la capital cuando reciba a Chile, Paraguay, Argentina y Uruguay.
Sabemos, por los internacionales con los que cuenta Ecuador, que la ventaja de la altura es relativa. Las posibilidades de triunfo están en el planteamiento táctico que pueda estructurar el técnico Rueda. Suena paradójico, pero creo que en esta Eliminatoria la Selección aún tiene que demostrar que sabe jugar y ganar como local. Realmente la clasificación está bien cerca, aquí en Quito, en el Atahualpa.
Chucho, la genética sí juega al fútbol.
Santiago Estrella
Coordinador de Radio Quito
Cada vez que toca el balón Cristian Benítez con algún peligro de gol, no sé por qué la esperanza se me cae al piso. Quizá se deba a todo lo que le he visto vistiendo la tricolor y a todo lo que dice la gente con la que he hablado y los comentarios en las redes sociales. Lo cierto es que en cada partido de la Selección me agarro de los pelos porque son muchas las oportunidades de gol que tienen su correspondencia con sus pésimas definiciones.
Alguna vez leí en algún columnista del diario deportivo Olé de Argentina en el que se enfadaba con los jugadores de River Plate porque en lugar de jugar bien, se preocupaban más del cintillo para el pelo, de la moda, del auto, de tantas cosas menos de jugar bien al fútbol. Benítez parece un jugador ‘cool’: ese corte de pelo de reggetón así lo indica, con el número de la camiseta en su cabeza, quizá para que no olvidemos de quién verdaderamente se trata. Pero eso, en lugar de alentarme, me carga de pesimismo, y más aún ese apodo que no le hace ningún bien a la hora de comentar cada jugada.
No sé si la genética juega el fútbol. Recuerdo, por ejemplo, que el hijo de Polo Carrera tenía talento, pero no era nada parecido a su padre, que fue, tal como lo dijo Alberto Spencer (el ídolo eterno del Peñarol de Uruguay) el más talentoso jugador del fútbol ecuatoriano. Pero a veces creo que Cristian Benítez es el más conspicuo heredero de un jugador.
Quienes pueden recordar a Hermen Benítez, su padre, recordarán que fue el gran delantero de El Nacional y de la Selección. Fue quizá el delantero con mayor olfato de gol que ha tenido el fútbol ecuatoriano. Estuvo siempre donde tenía que estar y parecía que la pelota le buscara con el grito de “¡hazte famoso!”. Pero si hubiera metido –y quizá exagere- el 40% de las oportunidades de gol que tuvo en su carrera, no dudo en que habría sido uno de los mejores delanteros no solo del país, sino del mundo.
No sé si el ADN funcione en el fútbol. Eso es algo que la ciencia debería comprobar. Pero sentado en mi asiento, vi el partido contra Uruguay, recordé sus otros partidos con la selección y me vino el capricho, quizá políticamente incorrecto, de encontrar las razones por las que yerra tanto gol cantado.
La danza de los técnicos
Diego Montenegro
Editor de Quito
Equipos compactos, que saben achicar espacios a sus rivales, que tienen garra y, sobre todo, tienen puesta la mira en el próximo mundial de fútbol. La Eliminatoria Sudamericana está apretada y cada Selección tiene un sello, esa impronta que la ponen los técnicos, esa identidad que nace de la inteligencia y de la genialidad de los estrategas.
Sergio Markarián, el DT de Perú, es uno de esos exponentes. Solo él ha podido encontrar la fórmula (que no sea marcación personal o en bloque), para frenar a Messi.
En el encuentro de este martes que disputaron Perú y Argentina en Lima, los peruanos cumplieron una clara disposición técnica: descargar el juego por las bandas evitando, en lo posible, el juego por el centro.
Así alejaron al astro argentino del balón y lo borraron. Markarián sabía que la habilidad de Messi no se anula priorizando sobre él la marca.
Ahora, los colombianos hablan de un Pekerman maravilloso, inspirado e impecable. El técnico de la Selección colombiana pasó de la crítica mordaz a los elogios.
Apeló al planteamiento técnico de la época del Pibe Valderrama, consolidando a un 10 que pueda explotar constantemente la habilidad y picardía de Falcao.
Ahora, James Rodríguez y Macnelly Torres, de manera alternada, generan las ideas e imprimen habilidad para que el goleador pueda desbaratar el esquema defensivo. Pekerman leyó bien sus recursos y concluyó que era indispensable formar un verdadero 10 para que Falcao abriera la ruta a la clasificación.
Y el técnico Azkargorta llegó a Bolivia para cambiar la historia. Ante la falta de talentos, optó por consolidar un equipo solidario, luchador y combativo, que dé pelea y que ponga a replantear al resto de técnicos esa premisa de contar con los seis puntos que hay que disputar con la Selección del Altiplano.
También tiene su cotejo aparte fuera del campo de juego, a la hora de evaluar los partidos se desborda y suelta declaraciones incendiarias. Solo para recordar, luego del encuentro con la Tri, dijo que en Ecuador lo trataron bien; lamentablemente, el árbitro no era ecuatoriano.
La lista es interminable, el elegante Farías y su capacidad para dejar atrás ese distintivo de patito feo de la Selección venezolana; el maestro Tábarez y su preocupación por el decaimiento de Forlán, el principal nervio de su equipo. Y Rueda y su capacidad para formar una microsociedad que pocos se imaginaron: Saritama y ‘Felipao’, que terminaron siendo los coautores de los goles de Ecuador en los dos últimos partidos. Los técnicos danzan a su estilo.