Las lágrimas de Gerardo Martino, el recuerdo de la ausencia de Salvador Cabañas, el percance que sacó hace cuatro años a Justo Villar a minutos de empezar el Mundial… Un puñado de historias se unieron ayer en una sola: Paraguay se clasificó por primera vez a los cuartos de final de un Mundial.
Todo el aburrimiento de un empate 0-0 trabado y de más esfuerzo que ideas, se borró en la mente de los aficionados presentes en el Loftus Versfeld de Pretoria, cuando Barreto caminó hacia el punto penal. No podía faltar la tradicional definición por tiros de castigo, y les tocó a Paraguay y a Japón resolver la primera de este torneo.No tuvieron muchos balones los delanteros guaraníes para poder marcar en el encuentro, pero después de 120 minutos encontraron uno detenido y a 11 metros del arco, con la obligación de no fallar. Y no lo hicieron. Paraguay marcó sus cinco disparos y un fallo de Yuichi Komano, al estrellar su tiro en el travesaño, fue todo lo que necesitaron para celebrar.
La frialdad de Barreto, Lucas Barrios, Cristian Riveros y Nelson Haedo Valdez sirvió para reducir las esperanzas de los aguerridos nipones al mínimo, cuando Óscar Cardozo, especialista en estos cobros en el Benfica lusitano, se acercó para patear el último.
Agazapado en el banco, el DT empañó sus lentes de felicidad, mientras sus jugadores salieron en carrera al campo para saltar sobre Cardozo para celebrar un hito de su nación, que se convierte a su vez en alegría de la región, porque cuatro selecciones sudamericanas integran el cuadro de los mejores ocho equipos del Mundial.
Antes de esa merecida catarsis, todo había sido sufrimiento. Para los jugadores guaraníes, los nipones y los fanáticos que tuvieron que soportar un bodrio de partido. Un primer tiempo que empezó bien para los paraguayos, pero que pronto delató la tendencia del choque: mucho ritmo y esfuerzo, poca profundidad en las llegadas.
Una segunda parte pareja terminó con un asedio impresionante de Japón. Pero nada. Y esta última palabra también describió la prórroga.
Ese momento que hizo que saltaran los guaraníes y se desplomaran de rodillas los japoneses, el que desató el llanto de alegría de Martino y el de dolor de Komano. Esos penales que decretaron la incontestable supremacía del Sur de América en África.