La picardía femenina y algo de conocimiento de fútbol hizo que cuatro empleadas del Ministerio de Finanzas disfrutaran intensamente del Mundial. Yolanda Villacrés, Astrid Carrillo, Miriam Rodríguez y Ligia Márquez, reunidas alrededor de una mesa en el restaurante del hotel Hilton Colón, de Quito, miraban el partido Estados Unidos – Eslovenia, en uno de los cuatro televisores plasma que estaban encendidos en el lugar.
El pretexto para juntarse fue el festejo organizado por el Ministerio para homenajear a los padres de familia que trabajan en esa Secretaría. Ellas fueron a compartir con sus compañeros el desayuno bufé.
Yolanda era la más entusiasta. Vestía chaqueta roja y falda negra. Ella fue quien eligió la mesa ubicada cerca de una de las pantallas. Astrid y Miriam la siguieron y en los sillones de cuero negro guardaron un lugar para Ligia, quien luciendo un elegante traje sastre se sentó junto a sus amigas. “No sé nada de fútbol”, decía Ligia, pero eso no importó: cómodamente sentadas luego de recorrer el área donde se exhibían los alimentos, se sirvieron bolones de verde, tasas de café, tocino, mermelada y frutas. Yolanda nunca apartó la mirada de la pantalla. “¡No puede ser, le pegó con el codo!”, exclamó. ¿Qué pasó?” replicó Ligia. “De seguro es tiro libre. Mira quién lo va a cobrar”, alertó Yolanda. ¿Qué conocían de las reglas futbolísticas? Poco, pero lo que las cuatro no dejaron de observar fue la belleza física de algunos jugadores. “¡Qué guapo”, dijeron al unísono cuando la televisión puso un primer plano del esloveno Ljubijankic.
Astrid se acomodaba los lentes y fruncía el ceño cada vez que le frustraba alguna jugada. Ligia, que no entendía bien lo que ocurría, trataba de seguir las jugadas. Entre sorbos de café, ellas bromeaban y hacían chistes de doble sentido en relación con la forma del balón. Las risas de las cuatro mujeres llamaban la atención de sus vecinos de mesa. Cuando Eslovenia hizo el primer gol, al minuto 13 del primer tiempo, ellas celebraron. No dejaron de elogiar el cuerpo del delantero Valter Birsa. Orlando, un compañero de trabajo, que se hallaba en la mesa contigua, fingió sentir celos, se levantó la basta derecha de su pantalón y les dijo: “Estas son piernas”. Orlando quedó mal. Para las cuatro mujeres, las mejores piernas las tiene Ronaldo.