Sudáfrica es considerado el Brasil del continente africano. Este apodo no viene por la calidad de su fútbol, pues ningún jugador de su selección se compara a Kaká. La comparación viene por lo que representa ese país en su continente.
Sudáfrica, como Brasil, es un continente dentro de otro. También se lo llama ‘un mundo en un país’, pobre y sofisticado en 100 m². Democrático pero con heridas de la represión que no han sanado todavía.
Por eso, la duda es qué ganaba Sudáfrica, en lo económico, al ser sede del Mundial. ¿Necesitaba ser sede del torneo más importante del deporte internacional para beneficiarse? Quizás no.
Sudáfrica genera el 25% del Producto Bruto Interno de África. Su industria es la más desarrollada de toda la región. Ahí se ensamblan modelos de Mercedes y de BMW, por ejemplo. Aunque la base de las finanzas sudafricanas descansan en su pujante industria mineral: es el más sofisticado exportador de equipos para esa industria del mundo.
También es la economía más abierta, oxigenada por convenios de libre comercio con Europa y Estados Unidos. Los chinos ya están desembarcando: ya son dueños del 25% de las acciones del Standardbank, el banco más importante del país, con oficinas en 39 países de cinco continentes.
Luego seguirán India y Brasil. No es gratuito que el eje Brasilia-Pretoria-Nueva Delhi esté cobrando fuerza en la diplomacia y la economía internacionales.
Sudáfrica tiene tanto peso, que es el único país se su continente que forma parte del G-20, las naciones más poderosas de todo el planeta. Aunque el presidente Jacob Zuma sea un populista y un promiscuo (su poligamia le cuesta al país USD 2 millones al año), tiene línea directa con el presidente de EE.UU., Barack Obama.
Cuando el presidente de la FIFA, Josep Blatter, peleaba por llevar el Mundial a ese país, no lo hacía por justicia con un continente que ha dado al fútbol astros como Eusebio, George Weah o Roger Millá. El signo del euro prácticamente se dibujaba en sus pupilas.
El impacto del Mundial en una economía de este tipo aún no ha sido medido. Las cuentas no son del todo claras para sacar conclusiones. Pero dos aristas ilustran por dónde irán los análisis tras la final del 11 de julio.
La primera. Todo se puso difícil el año anterior, cuando Sudáfrica aguantaba como podía los embates de la recesión mundial. Desde 1984, la economía sudafricana no había retrocedido y el desempleo se elevó al 23%, uno de los más elevados en el orbe.
Este descenso de la actividad laboral se explicaba por la baja de la demanda global, que repercutió en sectores tan diversos como la minería, la manufactura y el comercio minorista.
El país exhibió buenas cifras en el sector de la construcción, en plena acción por las obras en los estadios y la infraestructura destinada al Mundial.
En el inicio del 2010, Sudáfrica experimentó una mejoría de sus indicadores (se prevé un crecimiento del 2,7%, mucho mejor que el -5% del 2009). Los analistas atribuyen esto a la prudente gestión fiscal del Estado (su conservadurismo en esta rama es legendario) y a la solidez de la banca, y no al Mundial, el cual deberá aportar a la economía en un rubro clave: el turismo.
Sudáfrica es uno de los principales destinos turísticos del mundo. En rigor, no necesitaba del Mundial, pues por sus parques nacionales y otros sitios de interés pasaron 9,5 millones de personas durante el 2009.
Los pronósticos iniciales vaticinaban la llegada de 483 000 visitantes con motivo del Mundial. Pero las expectivas se redujeron a 373 000. ¿Poco para lo que ya captaban las reservas naturales de leones y las convenciones de negocios? Depende del punto de vista. No es una mala cifra, pues el torneo se jugará el invierno (es el primer Mundial con frío desde Argentina 1978).
Además, no solo cuenta la cantidad sino la calidad: se estima que el promedio de gasto será de USD 4 200. La firma consultora Grant Thornton también prevé que el aporte del turismo por el Mundial contribuirá al aumento del 0,56% del Producto Interior Bruto. Lo paradójico es que apenas el 2% de los visitantes serán ciudadanos africanos, desmotivados por el costo de las entradas.
Las cifras finales se tendrán después del Mundial. Por lo pronto, el balón se alista a rodar.