Pablo Campos. QuitoSegundo Seminario, de 54 años, camina rápidamente por las calles adoquinadas del complejo de Tumbaco. El vértigo parece ser parte de su oficio: siempre tiene cosas que resolver, productos que comprar, asuntos por arreglar.Desde el 2005, el militar, en servicio pasivo, de mirada bonachona y piel curtida por el sol, es el administrador de la concentración criolla. Fue llevado por el entonces presidente Tito Manjarréz. En la custodia de Seminario están las tres docenas de llaves del complejo. Además, él siempre está pendiente de las necesidades del equipo de Primera.Pero esas no son sus únicas funciones. Una de las principales tiene que ver con el cuidado de los juveniles criollos que viven en el complejo. Actualmente hay 37: 22 que integran las divisiones inferiores y otros 15 que están a prueba y están siendo observados por los técnicos de las inferiores.Seminario no está solo en su misión de cuidar a los juveniles. Lo acompaña un coterráneo suyo: el sargento Ángel Solano, quien trabaja bajo sus órdenes. Día a día, los dos militares lojanos tienen que hacer cumplir el reglamento interno diseñado por la Comisión de Fútbol. “Hay faltas leves, graves y muy graves”, cuenta Solano mientras sube las escalinatas de la Residencia. Una falta leve puede ser no tender la cama o no respetar los horarios de atención en el comedor. En cambio, una sanción grave es faltar a una práctica o no llegar a dormir a la Villa.Padres sustitutos, consejeros y amigos de los jugadoresSeminario y Solano acuden temprano a Tumbaco. De acuerdo con el régimen interno de la Villa, a las 07:00, los jugadores juveniles deben despertarse. Luego de realizar el aseo de sus camas y el de su dormitorio, los jugadores acuden al comedor para desayunar. Posteriormente, el grupo se divide: unos jugadores se dirigen a la cancha de entrenamientos, mientras otro pequeño regresa a la villa para completar sus obligaciones estudiantiles.De los 35 jugadores que ahora están en la residencia militar, cinco cursan la secundaria en el colegio Corazón de María en Tumbaco. Seminario es su representante y acude al colegio, al menos dos veces al mes, para conversar con los profesores y evaluar el rendimiento de los juveniles.En la mañana del miércoles 31 de abril, la lluvia acompañaba las actividades en el complejo de Tumbaco. En la cancha principal, el técnico Jorge Luis Pinto repartía instrucciones al equipo profesional. Unas canchas más allá, un grupo de jugadores juveniles ensayaban jugadas de pelota parada en las canchas mojadas.En el interior de la villa también se disputaban partidos de fútbol en la sala de descanso. Pero ese no era un partido real, era un juego virtual: los manabitas Luis Bazurto y Óscar Cedeño jugaban en el ‘playstation’ mientras Diter Quiñónez los observaba animado.Los tres son integrantes del equipo Sub 16 y estudian en la nocturna en el colegio Corazón de María. El intenso juego de pronto se interrumpe con la llegada de Seminario.El militar retirado vestía una camisa celeste por fuera del pantalón ‘blue jean’ y una gorra negra con el estampado de una águila. Seminario saludaba efusivamente a los jóvenes. “Ahora están de vacaciones por Semana Santa y tienen más libertad para jugar. Cuando están en clases tienen que hacer deberes”.Cedeño llegó hace dos años al cuadro criollo desde su natal Manta. Desde entonces, el ‘sub’ como le dicen los jóvenes es un personaje clave para él. “Es como un padre sustituto. Siempre está pendiente de nosotros”De los cinco jóvenes que estudian, cuatro están en la nocturna. Entre ellos, Cedeño y Bazurto. Este último cuenta que en las mañanas descansan y hacen sus deberes . En la tarde se entrenan con sus categorías y en la noche acuden a clases. “Son jornadas intensas, pero queremos ser jugadores y también terminar nuestros estudios dice Bazurto, a quien sus compañeros molestan por tener tres celulares. “Tengo un Porta, un Movistar y un Allegro. Hay que estar conectado con todos”Una villa con nombres de jugadores célebresEn junio del 2009, El Nacional inauguró oficialmente la Villa para sus jugadores juveniles. En ella, como cuenta el presidente Ángel Sarzosa, los talentos criollos reciben comida y techo gratis. Además, reciben ayuda en el colegio, si deciden estudiar. “En El Nacional buscamos siempre premiar el esfuerzo de nuestros jugadores y sobre todo de potenciar nuestras divisiones inferiores”.La coordinación de las divisiones inferiores está a cargo del capitán Edwin Cózar, quien supervisa la acción de los entrenadores de todas las inferiores. Pero Seminario y Solano son los encargados de velar por los residentes.La villa tiene 11 habitaciones dobles para los jugadores que ya forman parte de las divisiones juveniles. Además, frente al edificio hay otros dos cuartos pequeños, en donde actualmente están 15 jugadores que están a prueba.El sargento Ángel Solano apoya todos los días el trabajo del ‘sub’ Seminario con los juveniles. Él llegó el año pasado al equipo por pedido del ex presidente Rodrigo Bohórquez. Ambos pertenecen a la Fuerza Aérea. El lojano, de 38 años, cuenta que la villa fue construida por la directiva criolla con el apoyo de ex ‘cracks’ del equipo como Luis Antonio Valencia, Christian Benítez, Segundo Castillo, Jorge Guagua, Christian Lara, etc. En las afueras del edificio, hay una placa de agradecimiento colocada por la directiva criolla que da fe de la ayuda recibida por los ex jugadores del club. Además, se decidió colocar nombres y números a los cuartos: así el dormitorio 16 se llama Luis Antonio Valencia, en honor del jugador del Manchester United; el 14 es Segundo Alejandro Castillo, el 7 David Quiroz, el 10 lleva el nombre de Christian Lara.Los jugadores tienen una llave de su habitación y el sargento Solano tiene un duplicado. Las 11 copias están colgadas en su oficina en la Administración, que se asemeja al lobby de un hotel.Solano recorre los dos pisos de la villa y recibe el afecto de las promesas juveniles. ¿Qué fue mi ‘sargen’? ¿Todo bien? le dice Alexander Vivero, un machaleño integrante de la Sub 18.Él y su amigo Giuseppe Bautista se entrenaron en la mañana y en la tarde descansaban plácidamente en la sala inferior de la villa. Vivero jugaba con el control del plasma y miraba los chismes de Vamos con Todo en RTS.“Aquí no hay muchas restricciones, pero las reglas que existen sí se deben cumplir”, dice el militar. Una de las principales reglas tiene que ver con el respeto hacia los compañeros y sus propiedades. “Si alguien es encontrado robando cosas de sus compañeros es sacado inmediatamente de la villa. Lo mismo pasa si permite el ingreso de mujeres a los dormitorios”.Actualmente, un jugador del equipo profesional vive aún en la residencia criolla: es el volante Édson Montaño, de 19 años.Él reconoce la labor de los ‘tutores’ Seminario y Solano. “Son personas serias, respetables. Han sabido darnos cariño y apoyo.Montaño piensa independizarse pronto y conseguir un departamento, siguiendo el ejemplo de otros compañeros como Flavio Caicedo, quien también vivió en Tumbaco. “Es una buena ayuda que nos da el equipo, que siempre está pendiente de sus jugadores”, destaca el volante Caicedo.