Después del susto, después de haber visto el abismo, llegó la salvación. El Nacional logró salvarse de la caída a la Serie B, como si fuera un andinista que perdió el equilibrio en una avalancha y que sobrevivió gracias a que se aferró a una ramita de la montaña.
Ahora hay alivio, pero quizás en enero comiencen de nuevo las angustias. El problema de fondo de El Nacional es que su enmohecida estructura no le permite afrontar con eficacia los retos de estos tiempos, en que se necesita mercadeo, contactos, aporte de los patrocinadores y desarrollo de escuelas formativas. Ya no basta el romanticismo de ganar con ‘puros criollos’, porque al final se demostró que también era importante el aporte financiero obligatorio de la tropa.
Los resultados muestran que se está fallando en todos esos rubros y quizás ya es tiempo de pensar en que la estructura militar debe ser reemplazada por una dinámica más empresarial. No se trata solo de repensar la contratación de jugadores extranjeros, sino en una reingeniería que deje al equipo en manos de expertos. No siempre habrá una ramita para el milagro.