Jorge Búsico. Articulista de La Nación.
En estos momentos de show mediático, se ha llegado a utilizar la imagen de los Pumas (el equipo nacional argentino de rugby) cantando el himno durante el Mundial 2007 con el afán de castigar a un fenómeno como Lionel Messi. Como también sucede lamentablemente en gran parte del periodismo, a los hechos no se los ubica en su contexto, o peor aún, se los quita de él.
El himno, en el caso casi exclusivo del rugby, forma parte de su cultura, que data desde comienzos del siglo pasado, cuando los ingleses lo incorporaron para ver si lograban darse ánimo y así revertir una racha adversa de su seleccionado. Desde ahí se transformó en una especie de grito de guerra que no guarda relación, como suponen algunos, con cuestiones nacionalistas.
Porque un partido de rugby se asemeja a una batalla, con formas absolutamente distintas al de uno de fútbol. Repasemos. El juego en el fútbol comienza con un toque a la pelota hacia delante para luego ir construyendo desde atrás. En el rugby, el kick-off es poner la ovalada arriba y adelante para que ocho forwards vayan directamente a buscar el contacto con los otros ocho que la esperan. En ese primer instante, un equipo busca fijarle su potencial.
Después, claro, en los partidos se imponen los mejores. Creer que los Pumas superaron a Francia en el debut del Mundial 2007 porque entonaron con más pasión el himno que los franceses es tan ridículo como suponer que Messi juega mal porque no lo canta. Aquel equipo de rugby que quedó tercero quizá haya ganado en ese instante una primera batalla anímica, pero luego doblegó a los locales porque tenía un equipo superior.