En Lago Agrio el sol no abriga, en este lugar quema, sofoca, asfixia. En los días anteriores hubo lluvias, pero ayer la temperatura alcanzaba los 38 grados y la humedad era intensa. Estar a la sombra es una prioridad para preservar la salud y evitar desmayos.
Por ello, en el estadio Carlos Vernaza, escenario pequeño, con el césped crecido y lleno de maleza, todos buscaban escapar de la intensidad de los rayos solares.Afuera del escenario, ubicado en el sur de la ciudad, dos patrulleros controlaban la seguridad. En cambio, adentro, en la cancha, los niños correteaban en busca de sombra. Llevaban en sus manos un refrigerio donado por el Municipio de la ciudad: gaseosa y una funda de papas fritas.
Algunos se ubicaban en la tribuna. En cambio, un grupo de madres de familia se colaba en la banca de suplentes y otras buscaban protegerse debajo de dos globos gigantes de la empresa Porta.
Los niños fueron convocados desde las 09:00 para participar en un agasajo navideño organizado por el Cabildo y la mencionada empresa. En el escenario, un imitador de Leonardo Favio intentaba animar a los asistentes emulando la voz del cantante argentino, pero no logró su objetivo.
A las 11:40, toda la atención se concentró en una de las puertas laterales del estadio. Solo, sin custodia, sin poses, Luis Antonio Valencia, el futbolista que salió a los 16 años de Lago Agrio y hoy brilla en el Manchester United, entró a la cancha. Fue recibido con una gran ovación. El imitador de Leonardo Favio se quedó en silencio y un animador gritó emocionado: “Recibamos a Antonio Valencia, el orgullo de nuestra ciudad”.
El jugador apenas tuvo tiempo de saludar a tres personas, cuando se vio rodeado de niños que gritaban su nombre, extendían sus manos y lo apretujaban. Habían dejado sus refugios de sombra para ver de cerca a su máximo referente. “Yo no lo conocía. Solo lo había visto por la tele. Pero es mi ídolo”, decía apuntándose el pecho José Aldaz, un niño de 8 años que lucía una camiseta del Manchester United.
“Me quiero tomar una foto con él”, decía en cambio David Jiménez, mientras intentaba abrirse paso entre sus compañeros.
Tras Valencia ingresó su esposa, Zoila Meneses, su amigo Wilson Villarreal, ex colaborador de El Nacional, su hermana Jazmina y otros familiares. Jazmina, quien tiene sonrisa fácil y la piel morena, hacía fotos con una cámara digital. En cambio, Zoila se daba aire agitando sus brazos.
Valencia se colocó en la mesa principal ubicada en el centro de la cancha y cubierta con una carpa roja. A su lado, el alcalde Yoffre Poma y un grupo de concejales lo miraban sonreídos. Todo estaba listo para empezar el festejo.
El jugador llegó anteayer a Ecuador desde Inglaterra para cumplir la última fase de su recuperación, tras la lesión de su tobillo izquierdo (producida el 14 de septiembre en la Champions League). Ayer en la madrugada salió desde Quito en una camioneta Ford Explorer para cumplir su palabra: en Inglaterra se había comprometido a estar en un agasajo para 200 niños, organizado por el Cabildo de Lago Agrio; 100 de ellos forman parte de la escuela de fútbol que lleva su nombre, los otros 100 venían de barrios marginales de la ciudad fronteriza con Colombia.
Los niños de la escuela de fútbol vestían camisetas celestes que en su pecho mostraban la imagen de Valencia y del alcalde Poma abrazados, levantando los pulgares. Ayer en el homenaje, el Alcalde le entregó la llave de la ciudad al jugador, en un estuche de madera, y le dijo: “Antonio, te doy las llaves de Lago Agrio, aunque sabes que es tu ciudad, tu gente”. Valencia lo miró sonriente.
Cerca de la carpa, Máximo Perea, el entrenador principal de la escuela de fútbol, intentaba explicar el gran cariño que la gente de la Amazonía tiene hacia el ‘Toño’. “Valencia es tan valioso como el petróleo para esta zona. Es nuestro orgullo, yo lo conocí de pequeño y desde siempre demostró que iba a ser un ‘crack”, dijo el corpulento entrenador, que llevaba una gorra de Liga de Quito y la camiseta celeste.
El sol seguía azotando las cabezas de los asistentes al Carlos Vernaza. Valencia hizo una rápida intervención. “Espero que de esta escuela de fútbol salgan más Valencias para el fútbol ecuatoriano. Cuentan con todo mi apoyo”.
El acoso de los niños y de sus madres era tan grande, que cinco policías escoltaron al jugador, que personalmente entregó los obsequios para los menores: un juego de ludo, mochilas y una bolsa repleta de caramelos.
Posteriormente, ‘Toño’ se tomó fotos con el profe Perea y con los miembros de la escuela de fútbol. En el proceso, periodistas de la zona, conocidos, ex vecinos se acercaban, le abrazaban, le extendían bendiciones y le hacían sostener a sus hijos para tomarse fotos. Valencia no negó un autógrafo o una foto a nadie. Luego se retiró a la casa de su padre, ubicada al frente del estadio. Estaba extenuado, pero sonriente por reencontrarse con la gente de su pueblo.