Se llama Ligia Elena Moreira. Prefiere que la llamen ‘Gigi’. El 22% de su vida se ha pasado jugando para diferentes selecciones, desde las provinciales de Los Ríos hasta la Tricolor. Es la back central de la Tricolor. Y solo tiene 18 años.
Moreira y la capitana Lorena Aguilar conforman la zaga titular del equipo nacional que participa en la Copa América. Ayer no se entrenó con el resto del plantel, pues amaneció con un orzuelo en el ojo derecho.
No podía recibir sol así que el DT Juan Carlos Cerón prefirió preservarla. Le tocó mirar la práctica desde un rincón, junto a una canasta con plátanos (fuente de potasio) y granadillas (vitamina C) y escuchando baladas de Laura Paussini en su iPod.
No siempre jugó de back. Cuando empezó a patear en la escuela del profesor Antonio Rosada, en el recinto fluminense de Santa María, se desempeñaba como volante de corte o mixto. Rosada es el responsable de que ‘Gigi’ se dedicara al fútbol, cuando la llevó a un selectivo para el equipo de Los Ríos.
El DT César Zambrano, antiguo DT de la Sub 17 femenina, buscaba una jugadora alta y fuerte para central. Muy a su pesar, Moreira se cambió y desde entonces está en esa ubicación.
Moreira viene de un hogar que gusta del fútbol. Su padre es hincha de Emelec. Su mamá le va al Barcelona. Su hermana Gisella, un año mayor, también ha integrado la Selección y estuvo llamada para conformar el equipo actual, pero renunció por sus estudios en Educación Física.
‘Gigi’ no tiene ese problema: no estudia nada por ahora. Ya está graduada de bachiller en Contabilidad. Estaba estudiando Auditoría en la Espe, en cuyo equipo amateur jugaba, pero se retiró. No se acostumbró al clima de Sangolquí, a los cambios de temperatura. Lo curioso es que para la Copa América igual tuvo que quedarse concentrada tres meses en Rumiñahui.
Los períodos de concentración le resultan algo pesados, aunque integrar la Selección le ha permitido viajar. Ha participado en Bolivarianos, sudamericanos y en dos Copas Libertadores. Pero tanto encierro, como califica ella a las concentraciones, le ha impedido tener novio, por ejemplo. Cuando se le pregunta sobre romance, se lleva las manos a la cabeza, exclama un “¿Y a qué hora?”, y sonríe.