1. Liga salva el año. Por supuesto, qué mejor manera de salvar una temporada, que se inició de manera decepcionante, con jugar una final internacional, para aumentar aún más la incontestable paternidad de la U sobre el resto de clubes ecuatorianos en el ámbito internacional. ¡Cuatro años consecutivos de finales en el exterior! Y si encima obtiene la quinta estrella dorada, ¡puf! ¡Qué vara tan alta para las próximas generaciones! Liga ya pasó a ser un equipo legendario de América.
2. Fui uno de los que pensó y escribió, tras la doble paliza futbolística que Vélez le metió a Liga en la Copa Libertadores este mismo año, que los albos habían cerrado una gloriosa etapa internacional. Con el paupérrimo nivel de juego de Liga a inicios de año, con algunos ‘cracks’ mostrando cansancio en el alma y hasta quemeimportismo, con un déficit económico que a los tiempos llegó a ese equipo, con rumores de noches alargadas demasiado por algunos elementos de la plantilla, lo más probable era que el equipo se reenfocara en metas más modestas para preparar el 2012. No era un pecado terrible perderse una final internacional un añito. Fue una conclusión apresurada. Liga remontó, recuperó al lesionado Hernán Barcos y algunas figuras subieron muchísimo su nivel, como Ezequiel González, el ‘Chucho’ Bolaños, Ulises de la Cruz y Paúl Ambrosi, además de que se benefició de un Alexander Domínguez en estado de gracia. No bastó para ser campeón nacional, pero fue suficiente para recuperar su prestigio en el exterior. Si Vélez dio una severa lección a Liga en la Libertadores, Liga se tomó la revancha una contundente cátedra a los de Liniers. Aunque pierda la final, Liga ya cumplió.
3. Por supuesto, no sería conveniente que el fervor de la Sudamericana tape los graves errores de esta temporada, que costaron la estrella 11 a Liga y tienen al equipo con un déficit. La falta de recambio, el fracaso de Luna, la soberbia en dejar irse a Salas sin contratar a tiempo un reemplazo, el pésimo ojo para encontrar al menos un juvenil medianamente confiable, entre otras aristas, pesaron al final: no hubo cupo directo para la Libertadores. La Sudamericana es un ejemplo de tesón, brío y pujanza, pero no debe ser un velo, sino un trampolín para días mejores.