El 26 de junio es una fecha que quedará grabada a fuego en la memoria de los hinchas de River Plate. Si hace 15 años festejaron su última Copa Libertadores, ayer sufrieron al ver que su equipo descendía a la Serie B por primera vez en sus 110 años de vida.
Con el empate 1-1 con Belgrano de Córdoba, que en el partido de ida ganó 2-0, Argentina no tendrá por las próximas dos temporadas el superclásico con Boca Juniors, considerado el tercer clásico más importante del fútbol mundial, y verá al equipo con más títulos locales (33) jugar la próxima temporada en la Segunda categoría.
Todo parecía favorable para el club millonario. El árbitro Sergio Pezzota anuló un gol a Belgrano a los tres minutos; un minuto más tarde, Mariano Pavone, de derecha, abrió el marcador.
Parecía que el milagro iba ser realidad. En las tribunas, los hinchas lloraban de esperanza. A los 20 minutos parecía tener controlado el partido. Solo faltaba el gol que les permitiera no ir a la B.
Luego vendría el llanto de amargura y desolación. A los 17 minutos del segundo tiempo, Guillermo Martín Ferré anotó el gol del empate luego de un error defensivo y a los 24, el arquero Juan Olave se consolidaba como la figura del partido al tapar el penal mal ejecutado por Pavone.
Desde entonces, ya nada pudo hacer River. Se sentía descendido. Perdió todo los hilos y fue errático, y desesperadamente buscaba llegar al arco rival. Al contrario, los de Belgrano se confiaron, se asentaron y fueron capaces, hasta el heroísmo, para destruir cualquier pretensión del rival.
Fuera de la cancha, era demasiada la presión. En las gradas del estadio de River Plate, los 7 grados no influían en los aficionados. Los cánticos eran ensordecedores desde una hora antes del partido. El Monumental también latía en sus cimientos por el salto de los 60 000 aficionados, para los cuales se destinaron 2 200 efectivos para garantizar la seguridad.
Todo era descabellado con el resultado ya escrito. Unos 100 hombres de chompas amarillo flúor rodearon a los jugadores en el centro de la cancha. Fueron pifiados ensordecedoramente al salir. Los aficionados se tapaban las caras o miraban el vacío.
Hasta las 17:00, parecía que el número de efectivos era insuficiente: eran ellos los que corrían ante la turba enfurecida mientras el club quedaba destrozado. Hasta las 16:45 se habían reportado 25 heridos. Hoy, se prevé, será otro día difícil para el club River.