Bebeto, ex delantero de Brasil, cuenta que su equipo perdió el ego cuando le pidió a Romario que entrenara. Y recuerda el día que no vio a su hijo nacer.
¿Cómo se hace para que jueguen en equipo una suma de grandes estrellas y sus egos, en selecciones como Brasil o Argentina?
No hay que fijarse solamente en lo que haga el cuerpo técnico, sino que también hay que pensarlo desde los mismos jugadores. En el Mundial de 1994, cuando ganamos el tetracampeonato, nosotros hicimos una cosa que estoy seguro que nos hizo ganarlo: convocamos a Romario para entrenarse (se ríe). Porque Romario casi no se entrenaba, no le gustaba. Y fuimos todos a Romario para hablarlo, cada uno hablando desde su lugar. Esa es la manera de ganar un mundial: dejar los egos, ser humildes. Después de ese día, Romario se entrenó todos los días. Fue la gracia de Dios.
¿Eso explica que usted, luego de marcar el gol a Estados Unidos, se acercó para abrazarlo porque al fin le pasó la bola y usted con el dedo le decía “al fin me das una”?
(Vuelve a reírse) Eso mismo. Yo quería una sola bola. Al fin tuve la oportunidad de que me pasara el balón e hice el gol con que ganamos el juego. Fue uno de los partidos más difíciles. Era un 4 de julio, día de la independencia de EE.UU. Después de eso hablamos lo de Romario y sabíamos que ganaríamos el Mundial.
Siguiendo con los gestos, hay otro suyo: luego del gol a Holanda usted mueve sus brazos como si tuviera un bebé. ¿Qué recuerda de ese momento y qué siente cuando muchos lo repiten?
Me quedo contento porque hice historia con un gesto tan simple, tan espontáneo de mucho amor y cariño. Quería hacer un homenaje a mi esposa y a mi hijo que estaba naciendo. Cuando fui a dormir, pedí a Dios que me diera la oportunidad de hacer un gol. Matheus es el único hijo que yo no vi nacer. No estuve allí para colocarlo en mis brazos. Cuando los otros dos nacieron, el médico me los entregó y pude quedarme con ello. (Se le quiebra la voz) Fue como si estuviera colocando a Matheus en mis brazos. ¡Dios mío! Era para conmemorar. De ahí vino Mazinho y luego Romario y veo que estaban haciendo lo mismo, por eso creo que quedó marcado, fue con mucho cariño. Son esos simples gestos los que nos hacen grandes.
Los hinchas y el público exigen mucho de los jugadores y se van silbados cuando no responden. ¿Cómo lo vive un jugador?
Quedamos muy tristes. Es difícil porque hay muchos sacrificios. Mi hijo Matheus juega en Flamengo desde los 7 años y en la Selección de Brasil desde los 12. Yo le hablo mucho de que el fútbol es sacrifico, trabajo, entrenamiento. Le hablo porque es una carrera corta. Y no todos tienen la misma oportunidad que la minoría. He conocido a muchos jugadores que tenían calidad y ahora están pasando hambre.
¿Y qué se puede hacer respecto a eso?
Como diputado estoy haciendo una ley para ofrecer cobertura social a los jugadores que intentaron y que no consiguieron una estabilidad económica. Son pocos frente a millones que tiene Brasil. Este proyecto es para asegurarlos como si fueran artistas, que no tienen dónde vivir luego.
¿Cómo educar a jóvenes que pueden llegar a ser parte de esos millones que no llegan a esa estabilidad económica como futbolistas?
Son muy pocos los que llegan a esa estabilidad a pesar de que fueron cracks. Muchos creen que con el fútbol van a solucionar sus problemas y los de su familia y no es así. Es tremendo. Hay que empezar desde niños. Tienen que estudiar. Es difícil conciliar las dos cosas, pero se puede. Yo terminé la secundaria y luego no pude seguir la universidad por cuestión de tiempo. El tiempo me ha quitado todo. Siempre que voy a ver a los jóvenes jugadores les digo que tienen que estudiar.
¿Puede haber un hartazgo en los jugadores que vienen a jugar con su Selección?
Claro que sí. Por ejemplo, la Liga española que es muy difícil, jugando 38 partidos. Cuando termina la liga empieza la selección. No hay vacaciones. Yo he tenido varios años sin vacaciones, sin descansar, pero para la afición solo estamos para jugar.
Usted es de la generación que superó el síndrome Pelé. Hasta ahora siempre que aparece un gran jugador dicen que es ‘el nuevo Pelé’. Lo mismo con Messi. ¿Qué debe hacer Argentina para acabar el síndrome Maradona?
Cada uno tiene su historia. Maradona hizo historia. Maradona era fantástico. Era mágico verlo jugar. Y Messi está empezando una carrera. Tiene 24 años y es difícil llegar a emular a Maradona porque él fue fantástico.
HOJA DE VIDA
José Roberto Gama de Oliveira
Su experiencia. Nació el 16 de febrero de 1964. Tiene 67 años. Debutó en el Vitoria de Bahía. Jugó con la camiseta de la selección en el Mundial de Italia 90, Estados Unidos 94 (fue campeón) y Francia 98. En total marcó 39 goles.
Su punto de vista. Cree que los jugadores deben olvidarse de sus egos para poder trabajar como equipo. Además, prioriza el estudio en la vida de cualquier futbolista.