Podían ser marido y mujer, amigos, hasta socios. Pero ayer el Clásico del Astillero marcó diferencias.
Desde temprano, en las cebicherías aledañas al estadio de Emelec George Capwell, en el sur de Guayaquil, fue común ver a familias enteras compartir la mesa, pero no los pronósticos.
Que si Narciso Mina se sacaba la maldición con dos goles o que si la ausencia de Luciano Figueroa no influiría en el resultado eran los temas de debate.
Esa fue la antesala del partido que cerró el feriado en Guayaquil. El Capwell fue la trinchera de la Boca del Pozo. En la acera de la avenida Quito, frente a las boleterías, los hinchas tendieron una camiseta para recoger dinero para las entradas al área de preferencia en el Monumental. El lagarto ‘Juancho’, un juguete de plástico, custodiaba lo recaudado.
Cerca, ‘Tres Patines’ y ‘Doña Florinda’, dos ‘boqueros’, compartían una botella de aguardiente para entrar en calor. “Es vitamina para alentar al equipo”, bromeaban mientras pasaban el trago por sus bocas resecas.
A menos de una cuadra, Pedro Garboa quiso torear a los emelecistas. Salió temprano para equipar la fachada de su casa con una gigante bandera amarilla. ‘Sufres cuando me ves’, se leía. “Hay que sacar pica, como el partido no es en este estadio”.
En el otro extremo de la ciudad, en el oeste, el territorio tenía otro dueño. Era amarillo. Pasando el puente El Velero, en el inicio de la avenida Barcelona, Gustavo ‘Cascarita’ Tello jugó su previa. Aprovechó la luz roja del semáforo para dar su espectáculo.
Una, dos, rodilla, pecho, cabeza, al piso… cada vez que saltaba al campo, en el paso cebra, hacía más de 20 cascaritas. Los 10 segundos antes de la luz verde los aprovechaba para recoger las monedas y la ovación de los conductores. “¿Por qué no juega en la Selección?”, le decían algunos.
El esmeraldeño de 23 años no paró de hacer malabares con el balón. Quería entrenarse para romper el récord Guinness de 500 cascaritas de pecho en cinco minutos y recoger USD 20 para pagarse su entrada. Si era hincha de Barcelona o de Emelec, es un misterio. “Hoy soy de los dos equipos. Los dos me están dando plata”, contaba desde el banco que improvisó bajo la señal de la vía.
Esa era la indicación para llegar al estadio Banco Pichincha, donde desde las 11:00 la Sur Oscura comenzó a afinar sus instrumentos. El rostro de Rody, de 17 años, se enrojecía con cada soplido de su trompeta dorada. “Esto es a puro pulmón, todo sea por el equipo. Soy amarillo desde la cuna”.
Su amigo José, de solo 9 años, mostraba con orgullo su entrada para la general sur. Los dos son parte de La Largartera, uno de los 14 subgrupos de la barra torera.
A lo lejos, un estruendo estremeció a quienes buscaban los últimos boletos. Un avispero de voces roncas alentaba a los amarillos. Los diminutos parlantes de un auto engañaron a los fanáticos. Simplemente era el eco de una grabación de las coplas amarillas.
Hincha amarillo herido
Michael M., de unos 18 años, recibió un disparo frontal en la cabeza cuando salía de Durán con hinchas de Barcelona.
Unos 30 aficionados toreros se toparon con otros 200 azules. En el puente de la Unidad Nacional hubo cruce de piedras.
El joven fue llevado al Hospital Luis Vernaza. Hasta ayer estaba en el área de Reanimación.