Desde el Itchimbía, la colorida iluminación de las iglesias de San Francisco, San Agustín, La Compañía y El Sagrario contrasta con la oscuridad de la noche quiteña.
En otro lugar, en el Centro Histórico, uno de los pocos poncheros que existen en Quito, vestido con la tradicional boina y chaqueta blanca, descansa un momento, en la calle García Moreno.
Estas son algunas de las imágenes que el fotógrafo Galo Espín expone en la cafetería Rocinante, en el norte.
Llamativos personajes como una niña lustrabotas y una vaca loca captada en el tradicional barrio de El Carmen Bajo también forman parte de la muestra, al igual que templos religiosos como La Catedral, cuyas cúpulas aparecen detrás de frondosos arupos.
Nacido en Quito, en 1950, el fotógrafo se introdujo en este arte cuando estudiaba Ingeniería Química en la Universidad Politécnica.
Al formar parte del club de andinismo, tuvo la oportunidad de fotografiar paisajes de varias cumbres ecuatorianas, como Los Ilinizas, el Tungurahua, el Chimborazo y el Cotopaxi. Su afición perduró con el tiempo.
En las fotografías de Espín, los colores son intensos. Parecen retocadas pero la realidad es que el fotógrafo no tiene conocimientos en edición digital.
Siempre trata de captar los detalles que no se perciben a simple vista. Por ejemplo, una de sus fotos deja al descubierto un Cristo tallado sobre una cruz ubicada frente a la iglesia de San Agustín.
Aunque nunca ha recibido un curso de fotografía ha obtenido varios premios. En 1982, ganó el concurso Gentes que viven en mi ciudad, organizado por la Superintendencia de Bancos.
Al considerar a la fotografía un pasatiempo, nunca tuvo la intención de participar. Le convenció un amigo. “Nunca imaginé que ganaría. Me enteré cuando me avisaron que mi nombre aparecía en un periódico”. La fotografía, llamada Fiesta de misa de Niño, retrata una celebración indígena en el Quilotoa, en homenaje al Niño Dios. Desde que obtuvo ese galardón, Espín decidió dedicarse más a su pasatiempo. Casi todos los fines de semana procura salir de la ciudad y captar imágenes que llaman su atención.
Con el pasar de los años, hubo más reconocimientos. En el 2005, ganó el concurso de fotografía digital Pcworld, con la foto Luna rodando. Para hacerla, Espín permaneció durante tres meses, todas las madrugadas, en la calle Real Audiencia para captar el momento preciso en que el astro parece hacer contacto con la cumbre del Pichincha.
Una de las fotografías que compone la muestra es Dialogando con el pasado. Publicada en la revista Vanguardia, en el 2007. La fotografía muestra a una joven escuchando con atención a un adulto mayor.
Pese a estos reconocimientos, Espín prefiere dedicarse a su profesión y mantener la fotografía como un pasatiempo. Espera en los próximos dos años publicar un libro recopilatorio con sus mejores fotografías.
La exposición estará abierta hasta el 16 de diciembre, en la cafetería Rocinante, ubicada entre las calles Tamayo y Baquerizo, de lunes a viernes, de 11:00 a 18:30.