Los tropiezos dialécticos de Álex de la Torre, presidente de la Comisión Disciplinaria de la FEF, rebasaron espacios inimaginables.
Al explicar los cuatro partidos de suspensión a Damián Díaz, jugador de Barcelona, De la Torre se confundió en explicaciones que antes que aclarar confundieron a todos.
Díaz envió besos al árbitro, agredió al línea y profirió insultos racistas al cuarto juez. Por faltas menores, jugadores y DT fueron sancionados con penas mayores a los cuatro cotejos que le impusieron a Díaz.
En el informe del juez constan los insultos racistas. Para De la Torre no son racistas. Él se confundió, se constituyó en censor de actitudes regionalistas. “El periodismo de Pichincha ha hecho escándalo porque es jugador de Guayas y el periodismo de Guayas haría lo mismo si fuera de Pichincha..”.
Las imprudentes declaraciones del presidente de la Comisión Disciplinaria cosecharon enérgicos rechazos de organizaciones afroecuatorianos y gremios periodísticos.
Los desatinos de un dirigente con una polémica trayectoria tras sanciones como la impuesta a Damián Díaz transformaron un conflicto futbolero en una controversia de temas sensibles como el racismo y el regionalismo.
Un innecesario desgaste con funestas consecuencias. ¿Cuándo se impartirá justicia deportiva sin cálculos políticos y sin perfiles populistas?
La dirigencia tiene la palabra. Aunque se trata de una apuesta complicada.