Estadio La Bombonera (izq.) de Boca Juniors y el estadio Alberto Vespucio Liberti (der.) de River Plate. Foto: Cuenta de Twitter @FourFourTweet
Boca y River. O River y Boca. Nada más importa hasta el 24 de noviembre en Argentina, un país en vilo por los dos ‘Superclásicos’ más importantes de la historia que dirimirán la final de la Copa Libertadores.
Tan poderoso será el choque entre los dos más grandes del fútbol argentino que el clamor generalizado es que reine la paz y la armonía, y se realicen controles cardiológicos quienes ya se sienten al borde del infarto.
Los de Boca suelen decir que son “la mitad más uno” de la hinchada futbolera argentina, pero los de River no se quedan atrás, en una grieta mucho más antigua que la marcada división política que padece la sociedad de ese país desde hace unos años entre kirchneristas y antikirchneristas.
Ajena a todo lo demás, la Argentina se paralizó desde el martes a la noche, cuando River protagonizó una remontada de visitante y eliminó al actual campeón, Gremio de Porto Alegre, y aquel sueño improbable de un ‘Superclásico’ inédito en la final de la Libertadores se volvió realidad un día después con el pase de Boca. Pero como todo en este país sudamericano siempre es complejo y rompe todos los moldes, River fue durante varios días un finalista en las sombras.
La Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol) demoró hasta el sábado en la noche su fallo por el reclamo de Gremio ante la violación del técnico ‘Millonario’ Marcelo Gallardo a la suspensión que se le había aplicado en el partido de vuelta en Porto Alegre. Y durante dos días todo se paralizó a la espera de la decisión en Paraguay.
Ni la profunda crisis económica que vive la Argentina, ni la cotización del dólar, ni el desempleo ni la decimocuarta subida del precio del combustible en un año pudieron desplazar ya a River y Boca de la primera plana. Todo genera preocupación, claro, pero lo que manda es el choque entre los “archirivales”.
El presidente argentino, Mauricio Macri, despertó a todos el viernes con un tuit pidiendo que vaya el público visitante a ambos “Superclásicos’, algo prohibido desde 2013 en todas las categorías del fútbol argentino como una medida preventiva para frenar la ola de violencia en los espectáculos deportivos que desde hace décadas se cobra numerosos muertos.
Reacio a dar entrevistas, ese mismo día salió en dos medios distintos para hablar sólo del Boca vs. River, primero confirmando la presencia de los hinchas visitantes y luego dejando el tema en manos de los clubes, cuando comenzaron a sonar las primeras quejas.
Y todo se convirtió en una gigante polémica en Argentina: desde la presencia de hinchas visitantes, las fechas y hasta quién televisará los partidos.
La Conmebol dispuso cambiar las fechas de la final para que no se superponga con el gigantesco operativo de seguridad que regirá en Buenos Aires por la cumbre de líderes del G20, que tendrá su propio Boca vs. River con la visita el 30 de noviembre y el 1 de diciembre de Donald Trump, Vladimir Putin y Xi Jinping, entre otros grandes jugadores de la política mundial, a Buenos Aires.
La Conmebol dispuso que la final se juegue dos sábados, el 10 y el 24, a las 16:00 horas 19:00 GMT (14:00 hora de Ecuador), y desde la colectividad judía -por celebrarse a esa hora el Shabat- hasta la Superliga se quejaron.
Confirmado River en la final, aunque con su técnico suspendido por cuatro fechas, comenzó a surgir el reclamo de que los partidos sean difundidos por la Televisión Pública, abierta y gratuita, y no sólo por el canal de cable pago Fox Sports, dueño de los derechos televisivos. “Queremos que la final Boca vs. River no sea un negocio de pocos sino una fiesta para todos. ¡Que lo transmita la TV Pública!”, reclamó la diputada del Frente para la Victoria (FPV) kirchnerista opositor Gabriela Cerruti.
Todo está dado para que Argentina baile al ritmo del balón de fútbol en esta final con signos de culebrón, en la que está en juego “la gloria absoluta”, según admitió el técnico de River. “¿Sabés lo que son tres semanas de no dormir? Es mucho eh… Es una locura. ¿Vos sabés la presión que va a ser eso? El que pierde va a tardar 20 años en recuperarse”, vaticinó Macri, confeso hincha de Boca, el club que presidió durante 12 años antes de saltar a la política.