Albergar la Eurocopa 2024, objetivo de Alemania tras año un fatídico

El alemán Nico Schulz (centro) celebra con sus compañeros de equipo después de anotar la ventaja de 2-1 durante el partido de fútbol Amistoso Internacional entre Alemania y Perú en Sinsheim, Alemania, el 9 de septiembre de 2018. (Futbol, Amistoso, Alemani

El alemán Nico Schulz (centro) celebra con sus compañeros de equipo después de anotar la ventaja de 2-1 durante el partido de fútbol Amistoso Internacional entre Alemania y Perú en Sinsheim, Alemania, el 9 de septiembre de 2018. (Futbol, Amistoso, Alemani

El alemán Nico Schulz (centro) celebra con sus compañeros de equipo después de anotar la ventaja de 2-1 durante el partido de fútbol Amistoso Internacional entre Alemania y Perú en Sinsheim, Alemania, el 9 de septiembre de 2018. Agencias

Después de ocupar titulares en los últimos meses por resultados catastróficos y por escándalos que poco o nada tenían que ver con el ámbito estrictamente deportivo, el fútbol alemán confía en que su suerte cambie mañana cuando la UEFA de a conocer qué país se convertirá en sede de la Eurocopa 2024.

Con Turquía como único rival, en la Federación Alemana de Fútbol (DFB) cruzan los dedos para que el anuncio que se realice en la sede de la UEFA en Nyon, Suiza, permita dar continuidad a una vasta tradición futbolística que se remonta a hace más de cuatro décadas. Alemania atesora gran experiencia a la hora de acoger torneos de primer nivel.

Albergó la Eurocopa de 1988 y los Mundiales de 1974 y de 2006 y es precisamente el cuento de hadas vivido durante la Copa Mundial de hace 12 años la que le hace soñar con un nuevo final feliz. “Recuerdo en 2006 lo que significó para el país y para la gente tener un campeonato como ése a la puerta de casa”, declaró Philipp Lahm, capitán de la selección alemana de fútbol cuando se coronó campeona del mundo en Brasil 2014 y ahora embajador de la candidatura germana.

“Podemos mostrar lo abiertos y hospitalarios que somos. Estamos muy bien preparados”, añade. En 2006, jugadores, aficionados y directivos aterrizaron en un país que no solo llamaba la atención por su buena organización y su eficiencia, sino también porque mostraba su mejor cara dando una cálida bienvenida. “En la Copa Mundial de 2006 vimos lo que se puede crear. Era importante para el fútbol alemán”, señaló el seleccionador germano, Joachim Löw, por aquel entonces asistente de Jürgen Klinsmann.

Ahora, sin embargo, Alemania tiene sus dudas. No solo porque este año en el Mundial de Rusia el combinado nacional cayó eliminado en primera fase, sino porque tanto la sociedad alemana como el gobierno liderado por Angela Merkel reina un clima de polarización social que tiene sus raíces en la crisis migratoria que afectó a Europa en 2015.

A ello se suma además que la consabida fama de eficiencia de la que Alemania ha hecho gala a lo largo de los años se ha cuestionado en numerosas ocasiones en los últimos tiempos, coincidiendo con los continuos retrasos y escándalos que afectan a macroproyectos como el nuevo aeropuerto de Berlín, que iba a ser inaugurado en 2011 y en el que todavía a día de hoy no ha despegado ni aterrizado ningún avión.

La Federación Alemana de Fútbol tampoco se ha librado en estos años de manchas en su expediente. En 2015 dimitió como presidente Wolfgang Niersbach debido a un escándalo precisamente vinculado a la Copa del Mundo de 2006.

Su sucesor en el cargo y actual jefe de la DFB, Reinhard Grindel, reconoció además errores en la gestión del caso Mesut Özil y lamentó no haber protegido más al jugador de las agresiones racistas que denunció después de que una foto suya con el cuestionado presidente turco, RecepTayyip Erdogan, tomada antes del Mundial de Rusia derivase en una gran polémica en Alemania y acabase con la renuncia del 92 veces internacional a la selección. “Considerando los ataques racistas que recibió, debería haber tenido una posición más clara o haberlo protegido más”, dijo el máximo dirigente del fútbol alemán en una entrevista. “Lamento que se haya sentido abandonado por la DFB en ese sentido”, agregó.

Grindel, cuyo mandato termina todavía en 2019, ha recalcado últimamente que el 27 de septiembre -incluso por encima del 15 de julio del Mundial de Rusia- constituye la fecha más importante para el fútbol alemán este año.

En el país europeo apenas se dejan amilanar por los inconvenientes que se han visto obligados a superar últimamente. Alemania confía en sus posibilidades y está convencida de su potencial. Ciudades como Berlín, Leipzig, Hamburgo, Dortmund, Gelsenkirchen, Colonia, Stuttgart, Frankfurt, Munich y Düsseldorf, que suenan como posibles sedes, están bien conectadas entre sí y cuentan con estadios con capacidad para acoger a miles de aficionados.

Pero aun así, en Alemania se prefiere mantener la cautela y no dar la apuesta por ganada, sobre todo después de las sorpresas que hubo en la elección de Rusia, que este año acogió el campeonato mundial, y sobre todo de Catar, que albergará el Mundial en 2022.

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