Festejos del Fan Fest. Foto: Marcos Vaca / EL COMERCIO
El fan fest de Río es como un templete del fútbol. Una pantalla gigante es el altar para los devotos al gol. El martes los feligreses estaban encomendados a la camiseta amarilla de Colombia. No hubo necesidad de milagros, los cafetaleros estaban bendecidos por el gol.
A esta extensión de los estadios del Mundial llegan los fanáticos a sentarse en la arena y sólo se levantan para elevar ruegos para que algún delantero rompan la letanía de un partido sin goles.
El Fan Fest de Río está levantado en Copacabana. La pantalla está incrustada en un semicírculo. Ahí se ve claramente el nombre del administrador de la pasión futbolera: FIFA fan fest y como subtítulo Río de Janeiro.
El fútbol, que a veces simula una religión de extremos sufrimientos, también tiene momentos pagamos de alegría. Los colombianos dejaron el sufrimiento para otros combates y a Brasil trajeron el sabor de la cumbia o del vallenato o cualquier cántico.
El partido de Colombia vs. Japón empezó a las 17:00 con la puntualidad de un matrimonio obligado. Para entrar al fan fest es mejor estar descalzo, el frío de la arena está pensado para equilibrar el calor que genera tanta gente junta.
Pero este ritual no serviría sin patronizadores. Inflanbles gigantes de cerveza, juegos mecánicos, luces, pantallas de marcas de TV se extreman por hacer sentir al “fan” en el paraíso.
No es todo. Los más devotos pueden dejar su contribución en la tienda oficial del fan fest. Si alguien se quejaba que Fuleco (la mascota de la Copa) no aparecía, aquí está. Cientos o miles se venden, al igual que cualquier otro objeto que tenga el sello de “oficial”.
Pero cualquier ateo del mercadeo se puede escapar y entrar al fan fest a ver el fútbol en un altar. No muy buen nombre para un acto del fútbol en un país que el hincha se hace llamar “torcedor”.
Los colombianos están bendecidos. En el mismo recinto, los uruguayos sufrieron el partido, no se les aparecía ningún santo hasta casi el final del juego con Italia.
El altar se apagó a las 21:00, se terminó hasta el show de canciones brasileñas, pero los colombianos decidieron prolongar el ritual de la alegría. Salsa y cumbia colombiana para encomendar el alma a cualquier santo antes de enfrentar a Uruguay y ver si esta vez Colombia tiene un puesto en el cielo de los balones.