Éxito uruguayo se basa en un proceso

No quedan dudas: los procesos a largo plazo dan sus resultados. El conocimiento de las capacidades de los futbolistas, los vínculos del grupo con el entrenador, el comprometerse por una causa y asumir el compromiso más allá de cualquier situación adversa, el imaginario de un pueblo chico pero orgulloso de su equipo, que de alguna manera es representativo de una manera de ser y convivir entre potencias, todo eso es hoy Uruguay, eso más la capacidad real de sus jugadores y su entrenador.

En la semifinal, el primer tiempo fue enredado, con poco manejo de pelota. Se lo vio apurado a Uruguay, comprometido en un rol que lo condiciona, tener que salir a ganar.

Del otro lado, un equipo que lucha por afirmar su identidad y no logra salir de un manejo inocuo de pelota en el medio, sin profundidad arriba y con dificultades atrás.

Y en la segunda parte, en cinco minutos se acaba el juego, dos goles de Suárez, a mi entender el mejor futbolista de la Copa, terminan con Perú.

Se evidencia un 5-3-1-1, que se visualizaba desde el inicio del encuentro, demostrando una variante táctica inteligente, que bloquea el juego del rival y permite la soltura de volantes por afuera, sobre todo de Pereira, que desnudan las carencias defensivas del 4-4-2 cuando los volantes externos no pueden atacar y defender a la vez.

Desde ahí gana el partido Uruguay y desde la capacidad fuera de serie de dos futbolistas, Forlán y Suárez, protegidos por el resto que hacen el trabajo sucio, dejan el alma en cada pelota y logran además lo más difícil del fútbol, defender y atacar con criterio y equilibrio.

Felicitaciones ‘Celeste’, ¡arriba Uruguay!

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