¿Qué debe tener un inspector de árbitros para que su trabajo sea eficiente y refleje lo que sucedió en el rectángulo de juego? Prudencia, autoridad y conocimiento.
Esos son los tres pilares en los que sostiene su tarea Jorge Orellana, el asesor de árbitros (nuevo nombre con el que se ha bautizado al inspector), quien ayer tuvo en sus manos la tarea de calificar el desempeñó de los cuatro ex colegas que dirigieron el clásico quiteño entre Quito y Liga, en el estadio Olímpico Atahualpa.
¿Ex colegas? Seguro, porque Orellana fue árbitro de fútbol por 25 años y árbitro FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) por dos décadas. Se graduó de juez de fútbol en 1972 y se retiró en 1997, por el límite de edad que exige la FIFA.
Este ingeniero comercial, nacido en Cuenca el 24 de enero de 1947, recuerda el primer partido que dirigió en la Serie A del fútbol ecuatoriano como si fuera ayer.
“Fue en Ambato y se enfrentaron Macará y 9 de Octubre de Guayaquil. Fue un arbitraje acertado”, explica sin nostalgia. Porque si algo caracteriza a Orellana es su pragmatismo, aclara Jorge Benavides, uno de los dos árbitros pichinchanos que le acompañaron ayer en el palco vip del Atahualpa, mientras realizaba la evaluación de los cuatro colegas.
Carlos Orbe, el otro colegiado quiteño acompañante, confirmó esa seriedad de acciones que caracteriza la personalidad del catedrático azuayo, porque Jorge Orellana también es profesor de estadísticas y matemáticas en el Colegio Miguel Moreno Ordóñez, de su terruño.
Pragmático, parco, escueto. Así es este hombre alto y delgado, que nunca perdió la fisonomía y el semblante que le caracterizaron cuando era árbitro activo. A sus 65 años se mantiene fresco, lúcido y ágil, como cuando dirigió la primera final de la Copa Libertadores de1976 entre River Plate y Cruzeiro en Buenos Aires; o el partido clasificatorio para el Mundial de 1990 entre Argentina y Paraguay, también jugado en la capital gaucha.
Esos son los partidos que más valora de su extenso currículo internacional.
Es de menos palabras que una tarjeta de pésame, explica uno de sus ex colegas. Y bajo esos parámetros basa su desempeño como inspector de árbitros.
Vestido con un pulcro terno azul, camisa clara a tono y una corbata celeste que contrastaba perfectamente con el traje, Orellana juzgó con mirada de sensor el desempeño de los jueces
Con una papeleta llena de datos (alineaciones, cambios, detalles) en la mano izquierda y un bolígrafo en la derecha, iba anotando concienzudamente todos los errores y aciertos que, a su criterio, sumaban los jueces en el trascurso del partido.
Algunas jugadas dudosas eran aclaradas luego de cortos pero certeros intercambios de criterio con su acompañante Jorge Benavides. Luego del apunte respectivo, Orellana volvía a concentrarse en lo que sucedía en el rectángulo verde. Así hasta que Alfredo Intriago, el juez central, dio por terminado el cotejo.
Bueno, en el descanso Orellana también se tomó un respiro. Un frugal refrigerio (un Manicho y una gaseosa) y la ‘lectura escáner’ de la revista Familia de EL COMERCIO le relajaron antes del inicio del segundo tiempo.
El pitazo final de Intriago no significó la culminación del trabajo de Orellana. Luego de analizar a consciencia los pormenores del partido y la actuación de los jueces, Orellana llenó la plantilla y emitió el informe, el cual entregó al delegado de control en un sobre cerrado. Este lo llevará hasta la Federación Ecuatoriana de Fútbol para su aprobación posterior.
Solo entonces se terminó la labor del inspector Orellana. Una tarea que ayer empezó a las 09:00, cuando ingresó al estadio.
A las 10:15 bajó hacia el camerino del equipo visitante (Liga), donde comprobó alineaciones y otros datos técnicos. A las 10:35 visitó el camerino local (D. Quito), donde realizó idéntico trabajo.
A las 10:50 visitó a los jueces, con quienes intercambió opiniones del partido y conversó sobre temas más triviales. “La cuestión era quitarnos el estrés para cumplir una labor más certera”.
Un rito que Jorge Orellana ya realiza desde el 2004, cuando fue invitado a ser inspector por primera vez, pero al que siempre le da la importancia que se merece.
Espectadores de nota
En la sala vip donde el inspector observó el partido, también estaban el cantante Juan Fernando Velasco y Luis Fernando Saritama, el capitán chulla.
Los dos personajes fueron reconocidos por los asistentes y, enseguida, se vieron rodeados de admiradores y personas que querían un autógrafo o tomarse una foto junto a ellos.
El autor de Chao Lola, que es hincha a muerte de la ‘Academia’, analizó el partido como un experto: “Tuvimos un gol pero no la pelota en el partido”.
Saritama, en cambio, mostró su nerviosismo durante todo el cotejo. Y aunque su rostro lucía sereno, se levantaba y daba vueltas continuamente.