Alfonso Obregón revisaba, una a una, las 30 camisetas que logró coleccionar tras 19 años de carrera. Junto a su esposa, Raquel Macías, colocaba las prendas en la mesa café del comedor de su casa, en la urbanización Los Mangos, en el norte de Portoviejo.Las primeras luces de la noche aparecieron en la capital manabita. Era el lunes 3 de mayo y en la cómoda casa del volante, el aire acondicionado refrescaba y hacía olvidar el intenso calor de 36 grados y la humedad que se sentía al recorrer las calles de la ciudad. Obregón extendía las camisetas y sus ojos brillaban al mirar tres prendas: la camiseta amarilla de la Selección con la que jugó el Mundial 2002, la prenda que usó Liga en el Interclubes de Japón en el 2008. También estaba ahí la camiseta de licra de Italia, que intercambió con Paolo Maldini en el túnel antes de ingresar al estadio de Sapporo, en la cita mundial de Japón y Corea en el 2002. La camiseta de Maldini fue un pedido exclusivo de su ‘Negra’, como llama Obregón a su esposa. Ella explicaba sus razones: “Maldini era talentoso y además era pintón”, decía la esmeraldeña bajita, de piel canela y sonrisa fácil. El jugador la miraba y sonreía de forma cómplice. Además de la pareja, en la planta baja de la casa estaban los tres hijos del matrimonio: Samantha (13 años), que ha heredado el color de piel de su madre; Lírisis (12), que también juega fútbol como su padre, y Alfonsito (7), a quien solo le interesa jugar y ser mimado por su progenitora. Si tuviera que elegir una sola camiseta ¿cuál elegiría? Obregón se acomodó su gorra y no dudó en la respuesta. “La de Liga de Quito. Es una camiseta que se me metió en mi corazón. Allí fui feliz y logré siete títulos”, responde el eterno capitán del equipo universitario..Liga es el equipo de sus amores. Allí militó 12 de los 19 años que duró su carrera. En el cuadro de la ‘Casona’ se retirará este domingo, en un partido amistoso que enfrentará a la ‘U’ con los ‘Amigos de Obregón’, un combinado en el que jugarán Álex Aguinaga, Geovanny Espinosa, Roberto ‘Chorillano’ Palacios, entre otros. El mismo volante junto a José ‘Pepe’ Cruz , ex jugador y directivo de Liga, preparan el partido. La dirigencia alba contribuye al homenaje con la logística, facilitando el estadio y al equipo profesional. La preparación para el partido es intensa. Obregón tiene que ir y venir continuamente de Portoviejo hacia Quito y Guayaquil, para coordinar acciones. Pero está feliz. Parece aquellos niños que están a punto de celebrar su fiesta de cumpleaños. Sueña con que la Casa Blanca esté llena.
Portoviejo volvió a ser su morada
Obregón dirá adiós al fútbol el próximo domingo, pero desde diciembre del 2009 es un jugador inactivo.Al finalizar la temporada, el manabita decidió dejar el fútbol profesional. Tomó la decisión tras contar con pocas opciones de actuar en Liga. Además, el año pasado se lesionó el ligamento colateral de la rodilla derecha y le costó recuperarse.Comunicó su decisión de salir del equipo al directivo Esteban Paz y después junto a su esposa y sus tres hijos emprendió la mudanza a Portoviejo.En la capital manabita, Obregón tenía una casa comprada con los ahorros del fútbol. El inmueble blanco de dos pisos tiene una pequeña piscina. La familia se instaló en la casa y los tres hijos fueron matriculados en la Unidad Santo Tomás en Portoviejo. “Es un colegio para ‘cachorros’ (aniñados)”, contaba Obregón. “Estamos contentos con la educación que reciben”.Samantha relató que los primeros meses de adaptación fueron duros. “Dejamos muchos amigos en Quito. Pero ya nos estamos acostumbrando”. Ella y su hermana Lírisis son amigables y desenvueltas. Lírisis jugueteaba con un BlackBerry en su mano y preguntaba por el estado de salud de Franklin Salas, lesionado hace dos semanas. En cambio, Samantha confesaba que Daniel Viteri es uno de los mejores amigos de su padre y que siempre visitaba su casa cuando estaban en Quito. Obregón las miraba complacido. Él se considera un padre celoso. Todos los días, deja a sus tres hijos en la puerta de la Unidad Santo Tomás y después tiene mucho tiempo para compartir con su esposa y además para realizar gestiones. En Portoviejo, su presencia no pasa inadvertida, según constató LUNES DEPORTIVO. En la tarde del pasado lunes, Obregón surcaba los baches de las calles de la ciudad al mando de su Chevrolet Silverado y recibía el cariño de los aficionados, que lo reconocían pese a llevar gorra y unas gafas oscuras. Tras sortear los baches logró estacionarse al frente de la Cebichería Zabalita, en el centro. En el edificio del frente, una mujer le gritó desde el balcón: “Alfonsito, no te retires. Todavía estás entero”. Él infló el pecho orgulloso y levantó el pulgar de su mano derecha en señal de gratitud.
Las volquetas y la escuela de fútbol, su ‘modus vivendi’
El fútbol le dio cierta solvencia económica. Tiki-Tiki (apodo que le puso Iván Hurtado por su capacidad de tocar y tocar el balón) tiene algunas propiedades. En Portoviejo incursionó en el negocio del transporte pesado. Tiene dos volquetas que alquila semanalmente para extraer material de las canteras. Su esposa contó que en una buena semana de trabajo se pueden sacar unos USD 700. “Hay semanas en las que se saca menos, pero es buen negocio”. Durante las tardes y las noches, las volquetas son estacionadas al frente de la casa de Obregón. Él sabe manejarlas, pero deja el trabajo en manos de sus dos choferes profesionales.Además del transporte pesado, el manabita creó una escuela de fútbol con su nombre junto a su hermano, el ex jugador Luis ‘Bertoni’ Zambrano. La escuela funciona en la cancha sintética Fútbol Aventura. Diariamente 150 niños y jóvenes de entre 8 y 16 años se entrenan en la mañana y en la tarde, según dijo Cristian Bravo, coordinador del semillero. Andy Dueñas es uno de los entrenadores. Él contó orgulloso que cuatro jugadores de la Escuela integrarán el Palmeiras, un club de Segunda división que busca el ascenso. Obregón supervisa periódicamente el trabajo de la Escuela. “Esto es más una obra para los chicos de Manabí. No gano mucho aquí, pero creo que hay jugadores con talento y hay que darles un impulso”, confesaba el jugador mientras veía una práctica de la Sub 16. El fútbol lo sigue atrayendo como un imán. ‘Alfonsito’ juega hasta cuatro partidos a la semana. Una de sus preferidas es Autogool, la cancha de su ‘compa’ Robespiere Pinoargote, ex volante de Espoli. Él tuvo un paso fugaz por el fútbol y en 1995 marcó un autogol en la final del torneo entre Espoli y Barcelona jugada en Quito. El partido terminó 1-0 a favor de los toreros que dieron la vuelta olímpica en el Atahualpa. “La gente siempre me molestó con ese partido, por eso decidí ponerle el nombre a la cancha”, contó Pinoargote. En Autogool, los martes Obregón, Pinoargote y un grupo de amigos se reúnen para jugar. Su calidad se mantiene intacta, aunque su físico se ha deteriorado, tras varios meses de no entrenar y entregarse a las delicias de la comida manabita. “Tengo que bajar de peso”, reconoció Obregón, mientras acariciaba su ya prominente abdomen.El jugador quiere ponerse ‘papelito’ para su despedida. Tres días a la semana viaja a Manta para trotar en la orilla del mar junto a su perro labrador Bombi. Está feliz. El partido de despedida le ha devuelto la adrenalina que tanto le faltaba.