Entrevista. Édison Méndez, volante
En la primera victoria de Ecuador en un Mundial (Corea-Japón 2002) con su gol, cuando se besó el dedo anular y corrió con los brazos abiertos, ¿a quién deseaba tener ahí para abrazar?
Fue especial, emotivo y no me canso de hablar de eso. Minutos antes del partido, Milton Rodríguez, que era el preparador de arqueros de entonces, me dijo: “Tocayo, usted va a hacer el gol del triunfo hoy”. Y Mire, después de tantos años de haber conseguido ese gol me doy cuenta de la fe que me tenía. Se lo dediqué a él al final, fui a abrazarlo. Pero, lo que más quería, era que mi familia estuviera ahí conmigo.
¿Y el beso en el dedo?
Era para mi esposa (Cristina Carcelén). Por jugar un Mundial tan joven (tenía 22 años) era algo impensable para mí. Tuve una alegría incontenible y por eso se lo dediqué también a ella.
Imaginamos que el festejo en el camerino por ese gol y el triunfo sobre Croacia fue apoteósico…
(Sonríe) No pues, si yo era el más joven del equipo. Todos me felicitaban, yo estaba muy contento…no lo podía creer. Marqué el gol de la primera victoria de Ecuador en un Mundial; me sentí como en un sueño.
¿Tuvo problemas con el idioma japonés?
¡Uf!, no entendía nada, la verdad. Si no entiendo bien el español, imagínate un idioma tan complejo como el japonés. Pero al margen de eso, la pasamos muy bien, fue un Mundial de aprendizaje total, como dijo (Hernán) ‘Bolillo’ Gómez. Fue simplemente maravilloso.
¿En los pocos espacios que tuvieron libres para hacer compras, qué dificultades tuvo?
Sobre todo en la comida, porque recuerdo que tuve una tarde para salir a comer. Salimos con (Raúl) Guerrón, (Geovanny) Espinoza y (Cléber) Chalá y la verdad fue muy difícil para que nos entendieran. Por suerte llegó el capitán (Vinicio) Luna y nos ayudó para comprar lo que queríamos.
¿Y mientras él no estuvo ahí, cómo hizo para hacerse entender?
Bueno, por ahí tratamos un poquito con algunas palabras que sabíamos en inglés, pero la verdad fue muy difícil comunicarnos.
¿Qué le quedó marcado de esa visita a Japón?
La cultura, fue sorprendente conocer todo lo que ese país vivió con sus antepasados y el respeto que tienen por esas tradiciones. La gente también es bastante educada, fue espectacular ver tanta cordialidad y respeto para tratarse entre ellos y a los extranjeros.
¿Qué aprendió a decir?
(Se ríe) Lo más común, como ‘sayonara’ o ‘arigato’ y otras dos palabritas más solo para expresar nuestra gratitud por algo. También queríamos ser educados. Si uno pasaba dos o tres veces por ahí, ellos saludaban esas tres veces inclinando su cabeza. Nos tocó hacer lo mismo, haciendo la venia. Todo el tiempo fue así.
¿Y las malas palabras?
Esas se aprenden en todo lado, es lo primero que te enseñan. Afortunadamente en Japón la gente es educada.
¿Qué trajo de recuerdos?
Trajimos un poquito de ropa japonesa y recuerdos que nos dio la gente. Lo tengo en mi casa porque es algo invalorable de todo lo vivido ahí.
¿Se acostumbró también a estar sin zapatos dentro de la concentración?
Claro que sí, así debíamos entrar a las habitaciones. Por ahí, Raúl (Guerrón) era el único desordenado que se metía con todo y zapatos. El resto sí hicimos caso.
¿Ninguno de sus compañeros tuvo mal olor en los pies y los sacó corriendo?
Ja, ja, ja (una carcajada). No podíamos. En la Selección hay que tener un comportamiento íntegro en la salud y el aseo, ya hablamos de jugadores profesionales.
Imaginamos que en Alemania (2006) todo fue menos complicado…
Por supuesto, allá todo fue más fácil, porque hasta con la comida tuvimos la suerte de tener a un chef que llegó con nosotros desde Ecuador. Ese Mundial fue más relajado. Nos hospedamos en una ciudad pequeña, que fue prácticamente nuestra. Salíamos adonde queríamos y también tuvimos la compañía de nuestras familias, que pudieron estar con nosotros para estar más tranquilos.
El tener a la familia les liberó del estrés…
Sin duda, en Japón vivimos exper iencias completamente nuevas y temíamos a lo desconocido. El segundo Mundial fue otra convivencia muy diferente. Lo bueno del chef, ahora que me acuerdo, era que si querías patacones a la medianoc he, a esa hora te los hacía. A mí me tenía feliz con los fréjoles. Fue un torneo, desde que salimos hasta que volvimos, impresionante.
¿Lo disfrutaron más que en el 2002?
Mucho más… cada uno tenía su habitación. Salíamos cuando queríamos, solo cumplías en los entrenamientos, en las comidas y en los partidos con la disciplina de la Selección. Luego teníamos la libertad de salir y tomarnos un café o a pasear. Fue más distendido. En mi caso, la gente me ubicaba porque fui quien le dio el primer triunfo a mi país. Además, teníamos un equipazo.
¿Y qué trajo de recuerdos de Alemania?
Allí tuvimos tanta tranquilidad, que ya la familia se encargó de hacer las compras, de traer sus recuerdos. Para mí, lo mejor fue haber llegado a octavos de final.
¿Y de objetos?
¡Uy!, las camisetas de (Miroslav) Klose, de Alemania, y de (Frank) Lampard, de Inglaterra, que se portaron espectaculares cuando los enfrentamos en el Mundial. Muy sencillos. Este último es uno de mis ídolos y tener su camiseta fue un gran orgullo para mí. No conversamos nada, pero se mostraron muy cordiales.
¿Y si va a Brasil…?
Ya el tercero sería más diferente aún, porque está en Sudamérica y el idioma es comprensible, también las costumbres y culturas. Ya no sufriríamos nada (sonríe).
Édison Méndez Méndez
Datos. Nació en Ibarra, provincia de Imbabura, el 16 de marzo de 1979.
Experiencia. En el exterior jugó en México, Holanda, Brasil y hoy está en el fútbol de Colombia. En Holanda ganó dos títulos con el PSV Eindhoven.
(En Alemania 2006) lo bueno del chef era que si querías patacones a la medianoche, a esa hora te los hacía. A mí me tenía feliz con los fréjoles (sus favoritos)”.