Ecuador se ha convertido en un país de tránsito para los futbolistas extranjeros que logran destacarse. Llegan, se ‘vitrinean’ con buenas actuaciones en torneos locales o internacionales, y luego migran hacia otros países en busca de mayor fama y fortuna.
Ejemplos hay varios. Los más recientes: Claudio Bieler, Damián Díaz, Hernán Barcos, Damián Manso, Matías Alustiza… Ellos tuvieron éxito y salieron a clubes extranjeros con mejores remuneraciones y de mayor renombre. Y en esta lista es probable que se sume Ariel Nahuelpan.
Esta es una realidad que empezó a marcarse sobre todo en la última década. Antes, según recuerda el ex entrenador Ernesto Guerra, los foráneos llegaban y al triunfar decidían quedarse en Ecuador, a manera de agradecimiento. “Se creaba un vínculo afectivo” que los motivaba a defender por años a los diferentes clubes nacionales.
Como ejemplos aparecen Víctor Batttaini, Carlos Alfaro Moreno, Carlos Berrueta, Víctor Ephanor, Álex Escobar, Christian Botero, etc. Jugadores como ellos, en la perspectiva del ‘profe’ Guerra, llegaron a sentirse identificados con los hinchas y las instituciones.
“Antes (en los años cincuenta, sesenta y setenta) los salarios no eran tan altos. Los extranjeros cobraban de USD 1 500 a 2 000. Triunfaban en Ecuador, enviaban dinero a sus países para sus familiares, recibían un trato preferencial (incluso se sorprendían por ello) y eran considerados ídolos. Por eso se quedaban”, detalla el entrenador que fue campeón con Deportivo Quito en 1968.
Otro de los factores que influyó fue que muchos futbolistas no lograban ese reconocimiento que buscaban en sus países. Arribaban a Ecuador y allí consiguieron ese desempeño deportivo que los catapultó a la fama. A esto, según Carlos Alfaro Moreno, quien justamente ayer cumplió 11 años de su retiro, agregó que los cambios en las normas de la FIFA influyeron para esa nueva visión. El ente rector del fútbol mundial antes permitía que los clubes fueran los dueños de los derechos deportivos de los jugadores, de forma indefinida. Así los podían tener atados por el tiempo que consideraban necesario, o hasta cuando pudieran aportar en la cancha.
Pero, en 1996, tras el caso del belga Jean Marc Bosman, la FIFA decidió que los jugadores fueran dueños de sus derechos deportivos. Así, la normativa que se pulió en los siguientes años estipuló que pueden firmar un contrato con los clubes de cinco años máximo.
A partir de ese reglamento estipulado por la FIFA, “ahora el futbolista es más egoísta. Ya no piensa en el equipo, en la hinchada… solo piensa en lo económico”, considera Alfaro Moreno, quien jugó para el Barcelona guayaquileño entre 1994-1977 y 1998-2002.
Desde su perspectiva, ese vínculo afectivo no pasa necesariamente por la búsqueda de reconocimiento y fortuna. “En mi caso, llegué a Barcelona siendo seleccionado argentino, tras haber jugado en España. Antes ya había sido campeón en mi país (Argentina). Decidí quedarme porque me gustó la hinchada, los títulos que conquistamos, la emoción de vivir cada partido de la Copa Libertadores. Ya son 19 años desde que llegué y sigo aquí”, cuenta sonriente.
Ahora las condiciones en Ecuador son otras. El jugador puede negociar el tiempo de contrato de acuerdo con su conveniencia y gusto, también observa a este campeonato y a sus equipos como un buen espacio para mostrarse.
El mismo Díaz, que hace una semana firmó su vinculación con el club árabe Al Wahda después de haber brillado con el 10 del Barcelona porteño, lo admitió. “Me voy muy agradecido con el equipo, con la directiva y la hinchada. Fueron dos años maravillosos en el que crecí profesionalmente”.
El ‘Kitu’, como es apodado, conquistó la estrella 14 con los canarios, luego de 14 años de espera. Realizó golazos y disputó cotejos en las Copas Libertadores y Sudamericana. Eso le valió su salida por USD 5 millones y el reconocimiento como una gran figura. Llegó al equipo en el 2011. Antes estuvo en otros equipos grandes como U. Católica de Chile y Boca.