No había necesidad de analizar en sí lo que fue el partido con Estudiantes. Para qué si lo dorado de la Recopa relucía en las manos de los jugadores de Liga Deportiva Universitaria.
Los albos que consiguieron esta cuarta estrella internacional en sus camisetas la pedían constantemente, la besaban, la acariciaban sintiéndose sus dueños.
La emoción era indescifrable anteanoche en el camerino del estadio José Luis Meiszner de Quilmes; a algunos se les quebraba la voz y no sabían cómo contar todo lo que estaban viviendo.
José Francisco Cevallos besaba su imagen del Divino Niño. Al lado de él había una vela encendida. No era menos. Él no se imaginaba que iba a ser de la partida, menos aún ser una de las figuras del partido. Pocos confiaban que estaría a la altura de una final, de estas características, al no haber jugado un partido oficial en largo tiempo.
“Pero no mis compañeros”, insiste y agradece constantemente a una persona en especial: Rodrigo Paz por “tenerme en el equipo, siempre apoyándome aún sabiendo que no iba a jugar”, dice.
Por eso, ‘Pepe Pancho’ no olvida el gesto de respeto de sus compañeros: cuando el árbitro brasileño Carlos Simon pitó el final del partido, todos corrieron para abrazarlo. “Son unos compañeros enormes los que tengo. Siempre me respaldaron, creyeron y confiaron en mí. Y es muy difícil porque no vengo jugando, pero ante la lesión de (Alexander) Domínguez, me tocó. Era algo imprevisto, pero esto sale mejor con los compañeros que tengo”, dice.
Luego su voz parece quebrarse. Sabe que está en el último tramo de una carrera que siempre estuvo cerca de la gloria. “Todavía estoy asustado, con nervios. No se puede pedir más. Estoy agradecido con Diosito, con el Divino Niño por darme la posibilidad de tener esta linda familia. A mi mamá con sus oraciones, a mi papá cuidándome desde el cielo”.
El capitán, Néicer Reasco, no duda en afirmar, con una gran sonrisa, que es la unión lo que ha hecho que Liga se instale como uno de los grandes de Sudamérica. Pero aún así, una de las primeras cosas que dijo es que el equipo “tiene mucho por mejorar. No somos perfectos y por eso nos entrenamos cada día, para llegar a nuestro óptimo nivel y ser campeones del Ecuador”, dijo.
“No hay palabras para describir esto. Esto también hay que agradecerlo al DT Bauza y a los directivos. Demostramos la personalidad que tenemos, la fuerza que tiene el equipo. Somos fuertes mentalmente” decía Patricio Urrutia, mientras cerca de él Paúl Ambrosi lo miraba burlonamente, como diciéndole “¿estás seguro de lo que dices?”
Es que todo era buen humor entre los futbolistas, cuerpo técnico y directivos de Liga, la noche del miércoles en Quilmes. El camerino era un bullicio total, pero hubo que retirar a los periodistas y los invitados. El equipo quería quedarse solo y en silencio, para orar y agradecer por el momento en que Liga de Quito, de Ecuador decían los jugadores, se consagró, nuevamente en tierras lejanas, como el más grande.