Fuera de las canchas, usted realiza actividades benéficas ¿cuál es el propósito?
Se busca darle apoyo familiar y psicológico a los niños de Las Canteras, un barrio pobre de Canelones. Y es aquí donde yo nací y me críe. No pasa por darles alimentación, que es importante pero no lo único. Se busca trabajar con las familias, darles acceso a psicomotricistas, psicólogos, educadores, gente que enseñe todo eso.
¿Su madre influyó en eso?
No, esto es otra cosa. Siempre tuve la inquietud de hacer algo por mi ciudad. Y hablando con gente conocida que sabe de estos temas, uno se entera de qué es lo que hace falta.
¿Hasta dónde estudió?
Yo terminé sexto de Economía en el liceo Tomás Berreta. La escuela la hice en el María Auxiliadora y el liceo, hasta cuarto, en la Sagrada Familia, ambos privados en Canelones (Uruguay), sitio que talvez el mundo no conozca. La educación que tuve fue un gran esfuerzo de mis viejos y de mi abuelo, aunque como era buen estudiante siempre había una beca que ayudaba. Hasta los 18 años nunca pensé que el fútbol iba a ser mi forma de vida. Iba perfilado para contador o algo relacionado.
¿Y cómo tomaron sus padres cambiarse al fútbol?
Al principio no estaban muy convencidos, no les gustó mucho. En el fútbol uruguayo, de 100 capaz que cinco pueden hacer una diferencia económica que justifique una dedicación total. Además, es casi imposible compatibilizar los entrenamientos con los estudios, y es una profesión en que a los 33 años uno ya es viejo cuando en la vida recién comienza. Pero yo ya tenía 18 años, vivía con Karina (esposa) y me decidí. Nacional de Uruguay se contactó conmigo y me agarré con uñas y dientes a la oportunidad de mi vida.
¿Para qué está Uruguay en la eliminatoria?
Uruguay tiene una generación de jugadores muy dinámicos, modernos y técnicos, recontraidentificados con la Selección. Y no hemos rendido todo lo que podemos. Aún podemos dar más en la eliminatoria y si Dios quiere en el Mundial de Brasil.
Usted integró los planteles de las últimas dos eliminatorias. Se habló de la diferencia a nivel humano y que había arrogancia y soberbia en el equipo eliminado para el Mundial 2006.
No estoy de acuerdo. La única diferencia fue que entonces quedamos afuera por un penal errado. Y como en el fútbol todo es resultados, cambia la perspectiva de la gente. En todo caso, eso lo podrán decir quienes tenían contacto con la Selección. Desde adentro, yo percibí el mismo respecto a la camiseta y a la gente. Esos eran códigos inviolables, de los cuales la honestidad y la lealtad son los principales.
Si pudiera volver atrás, ¿cambiaría algo de su carrera?
No… Talvez el partido con Australia, en la vuelta del repechaje del 2005. Metería el cabezazo que erré en el primer tiempo. Si hubiera sido gol, seguramente clasificábamos al Mundial 2006. Pasaron casi cinco años para poder enterrar ese muerto.
¿No le gustaría que su madre dejara de trabajar, como su padre?
Se lo dije varias veces, pero no quiere saber de nada. Ella es profesora de manualidades en el Instituto del Niño y del Adolescente de Uruguay (INAU). Lo hace por pasión y no pude cortar con esa rutina, le hace falta para su vida. ¡Pero voy a revelar algo: me tuve que pelear cuatro años con mi papá para que dejara de trabajar, y todavía no sigue convencido.
Usted no triunfó en el país. En Nacional no le dieron espacios, ¿tiene algún resentimiento?
Resentimiento no… pero fue en el único club en el que pasé donde no hice historia. Estoy agradecido con la oportunidad que me dieron de entrar al mundo profesional. Siempre se dijo que Nacional se portó mal conmigo, pero fue todo lo contrario. Tuvieron la gentileza de venderme a Brasil en el 2003.
¿Tampoco le queda algún resentimiento contra Hugo de León y Daniel Carreño, sus técnicos en Nacional?
Tampoco. De León fue el técnico que dio la aprobación para que llegara desde el Interior y me subió a entrenar con al plantel principal. Y con Carreño, él fue frontal y me dijo que me fuera a jugar a un equipo chico para que tuviera continuidad. Eso se agradece.
¿Volvería a Nacional?
¿Y por qué no?
¿Jugaría en Peñarol?
¿Y por qué no? Uno es profesional, no tengo nada contra nadie. Pero primero, yo pienso que no debería volver a jugar en Uruguay. Hoy me retiraría en Sao Paulo, equipo del que soy hincha. ¡Va a ser así!
¿Por qué?
Porque me dio todo, por la hinchada, por el club que es espectacular por donde se lo mire. Me sentí respetado y admirado. Yo me fui a Turquía en el 2006 y aún me siguen llamando del departamento médico del club para ver cómo ando. Son detalles que te llegan. Uno hace un gol, ya sea con el club o la Selección y llaman para felicitarte. ¡Puedo asegurar que todos los hinchas de Sao Paulo están con Uruguay! Cuando jugamos por las eliminatorias en Morumbí (el 21 de noviembre de 2007, triunfo de Brasil 2 a 1), que es la cancha de Sao Paulo, medio estadio gritaba mi nombre. Ese fue el partido más emocionante de mi vida.
¿Y un momento de gloria?
Dos: cuando salimos campeones del mundo con Sao Paulo (2005), y cuando pasamos a las semifinales del Mundial de Sudáfrica.