Una banca y un inmenso árbol de almendro son los testigos de su sudor y trabajo. Todos los días, desde hace 20 años, William Duche llega religiosamente a las 10:00 para instalarse justo afuera del estadio Monumental, en el Suburbio.
Él vive de la venta de camisetas y banderas de Barcelona. Para cumplir su labor, todos los días viaja media hora desde su casa, ubicada en Mapasingue (norte de Guayaquil), hasta los exteriores del recinto deportivo en la avenida Barcelona. Bajo calor o lluvia, siempre llega cargando una pe-sada maleta con 30 camisetas y ocho o 10 banderas para instalarse en lo que él llama su ‘oficina’.
El recorrido lo inicia más temprano, porque antes tiene que buscar en la Bahía (el populoso sector comercial del centro de la ciudad) tela y materiales como hilos y estampados para tener bastante mercancía, en el caso de que en un día bueno pueda vender la mayoría de sus productos.
Él mismo cose y estampa las banderas, que ofrece en USD 5, y las camisetas, al mismo precio. De utilidad le queda USD 1,50 por cada producto. Al mes, aproximadamente, gana USD 60.
Tiene 61 años y es barcelonista de corazón. Para él, el amor por su equipo va más allá de festejos de goles y de títulos. Los colores del equipo le han ayudado a subsistir y mantener a sus dos hijos y a su esposa, María Bayas.
Duche ha conocido a varios futbolistas: Jimmy Montanero, Carlos Muñoz, Alfaro Moreno, Damián Díaz, entre otros.
“Pasan en sus carros, yo los miro de lejos, a veces de cerca. Tienen lindos carros, yo quisiera tener uno así”, menciona como si conseguirlos fuera una utopía.
Los días de fútbol en el Monumental son los más rentables. Vende entre USD 10 y 20, pero la venta durante esta temporada ha sido complicada por la competencia, porque el equipo está a punto de ser campeón.
El domingo viajó a Quito. “Tuve que cerrar mi ‘oficina”, dice soltando una carcajada. Aprovechó la oportunidad de vender en el estadio Atahualpa, en donde el equipo torero enfrentó a Deportivo Quito. “Es duro pero gracias a Dios nos fue bien”, cuenta contento mientras se toma una gaseosa helada para calmar la sed, además de un sánduche de queso y mortadela para el hambre.
Asegura que es pobre pero feliz. El tiempo se llevó parte de su dentadura, pero no la ilusión de volver a ver campeón a su Barcelona. En 1995 y 1997 celebró dos títulos. Ahora ya confeccionó algunas banderas con la estrella 14, que se venden con mayor facilidad.
Sus hijos ya son adultos. El mayor tiene 30 años y es quien le brinda una ayuda económica. Pero eso no ha impedido que él siga allí, en su equina, su ‘oficina’, vendiendo camisetas e ilusiones con los colores del ‘Ídolo’.