Todos los futbolistas coinciden en que jugar con estadio lleno les inunda de adrenalina, de ímpetu, de emoción… de más ganas .
Jugar con un estadio vacío, aseguran los profesionales, causa el efecto contrario. El partido que apuraron al mediodía del sábado Universidad Católica y Espoli aporta con argumentos para validar esa hipótesis.
Al Atahualpa asistieron menos feligreses que a una misa de cuatro. 177 espectadores pagados, que dejaron la escuálida recaudación de USD 1 000. Con decir que ni las dos bulliciosas vuvuzelas, que han acompañado a los ‘camarattas’ en los últimos partidos, estuvieron en el escenario.
El partido estuvo tan frío y vacío como los graderíos. Ni la Chatolei ni la escuadra policial tuvieron contenido. Como que les ganó la abulia que reinaba en el ambiente y apuraron la lid sin ambición; sin esa codicia que anota tantos y salva de la raya goles ya cantados.
Es más, la estrategia que aportó Carlos Calderón, del DT policial, colaboró para que el partido tuviera ese trámite opaco y soso.
¿Por qué? Porque los integrantes santos no pudieron descifrar nunca la táctica del achique del campo que realizaron los defensas y volantes policiales. Y se estrellaron, una y otra vez, con las banderas amarillas que los jueces de línea William Lozano y Guilber Gracia levantaban para indicar que estaban en fuera de juego.
En ese desconcierto, Byron Cano, el joven delantero católico, se llevó el bonete: siete veces hasta que fue reemplazado por Christian Hermosilla, quien también cayó en ese pecado por dos veces.
Patricio Lara, el estratega católico, descubrió muy tarde que lo que necesitaba su equipo para romper ese sistema no eran los pelotazos largos sino la pelota jugada a ras de piso, con paredes y pases medidos y al vacío.
Entonces hizo ingresar a Hugo Vélez, un mediapunta que gusta de ese juego elegante.
Cerca estuvo Lara de dar en pleno centro con ese cambio, pues el manabita realizó una gran jugada que debió ser el gol de la victoria ‘camaratta’, pues sucedió a los 45’ de la segunda etapa.
Vélez superó a tres defensas policiales y colocó un pase milimétrico al corazón de área. Omar Guerra llegó a la cita, engañó al portero Adrián Bone con una hábil finta y disparó. El balón estaba por ingresar al arco policial cuando, en una aparición desafortunada, Walter Iza la tocó para asegurar la anotación.
¿Por qué aparición desafortunada? Porque el ‘conejito’ estaba en posición adelantada. Eso invalidó la brillante acción y el gol, como efectivamente decretó Miguel Hidalgo, árbitro central del compromiso, en una de las pocas decisiones acertadas que tuvo.
Pero si la Universidad Católica no estuvo fina ni precisa, Espoli tampoco hizo mucho para llevarse los tres puntos hasta Santo Domingo de los Tsáchilas, donde tiene su cuartel actualmente.
La táctica de Calderón defendía bien pero atacaba poco. Las voluntariosas corridas que realizó el mediocampista Marvin Cortez se estrellaron siempre contra la muralla celeste. Bajó esos parámetros, entonces, el cero a cero estaba cantado.
La contrafigura
Santiago Morales no estuvo en su tarde
El capitán y conductor de los católicos tuvo el sábado una actuación discreta, casi anodina. Sin esa claridad que tiene para mirar el campo y ejecutar los pases precisos, el ‘Pepo’ se perdió.
La figura
Adrián Bone es más seguro y sólido cada día
No en vano dejó en el banco a Edwin Villafuerte, quien hasta fue arquero de la Tricolor. El joven portero policial ya no es una promesa; es un arquero maduro. Ayer tapó todo, hasta los malos rechazos de sus compañeros.