El 10-0 con el que España despachó a Tahití entra en lo anecdótico, pues era un resultado hasta obvio. Sin embargo, los derrotados se fueron con una suerte de triunfo moral: el masivo afecto y simpatía del público brasileño que asistió al Maracaná.
A escala oficial, no hay registro reciente de partidos entre rivales tan disímiles como España y Tahití. El uno, hiperprofesional, nutrido de futbolistas que integran la Liga más famosa del mundo. El otro, cuadro amateur, formado por cajeros, desempleados, guías de turismo y con un solo integrante que cobra por jugar al fútbol.
Pero este encuentro acabó teniendo un escenario extra: España sintió en el Maracaná una muestra de la presión que sufrirá si llega a esa final de la Copa Confederaciones, que también se jugará en ese histórico estadio.
“¡Brasil, Brasil, Brasil!”, era el grito de más de 71 000 personas cada vez que Fernando Torres, David Villa o cualquier pupilo del director técnico español Vicente del Bosque tomaba la pelota.
Los dueños de casa saben que los ibéricos son su rival directo. Se lo hicieron saber a los vigentes monarcas con cada rechifla o muestra de hostilidad en el juego.
Esa fue, realmente, la única contra que tuvo España. Porque en la cancha Tahití fue empeñoso, esforzado, pero insignificante.
De los jugadores que vencieron a Uruguay (2-1) en el primer partido del certamen, el entrenador Del Bosque solamente utilizó al capitán Sergio Ramos, quien jugó 45 minutos.
El DT ya lo había anunciado, dando a entender que al rival ya lo tenían medido y no había razón de exigirse, algo que al final se comprobó en el terreno de juego.
Y así mismo fue. Los oceánicos mostraron interesantes futbolistas como Vahirua, de buena corrida, el golero Roche, de buena talla e intuición, y Bourebare, volante con noción de gambeta.
Entre los nervios, el primitivismo y los escasos fundamentos, Tahití fue recibiendo una hemorragia de goles. Cuatro en el primer tiempo, seis en el segundo.
Torres (5′,33′,57′,78′), David Silva (31′, 89′), David Villa (39′, 49′, 64′) y Juan Mata (66′) se impusieron sobre el fervor tahitiano.
El penal que erró Fernando Torres (78′) fue un paño frío sobre la ardiente herida de la goleada, festejada casi como un gol.
Y ese gol que esperaban todos los ocasionales hinchas de Tahití, para sentirlo como un triunfo, no llegó. De todas formas, su empatía con el público fue tal que se vieron obligados a saludar al público.
Al menos cambiaron camisetas. El golero Roche se fue llevando el buzo de Pepe Reina. Como para seguir celebrando.
Al final del partido sucedió algo insólito, una suerte de ‘fair play’ de parte de la multicampeona España. Los Fábregas, Mata, Torres… decidieron saludar a los jugadores tahitianos que se encolumnaron en el centro de la cancha, tal como sucede al inicio de los partidos. El estadio aplaudió a los actores de la cancha tras esta histórica paliza.