Si Argentina vive peleándose contra sí misma, también en este Mundial, con una selección que se desgasta con conflictos internos entre jugadores, cuerpo técnico, dirigentes, periodistas y la connotación política que dejó traslucir Javier Mascherano al preguntarse si los futbolistas tenían los teléfonos intervenidos, los hinchas abrieron un camino de reconciliación contra Nigeria en San Petersburgo.
La energía positiva que bajó de las tribunas barrió con la crisis con la que la selección llegaba al partido y esta vez no jugó Argentina contra Argentina, sino Argentina a favor de Argentina.
El premio fue el gol de Marcos Rojo que ya está en la galería de los más gritados por los hinchas en las últimas décadas, a la par del que Maximiliano Rodríguez le convirtió a México en Alemania 2006 o Claudio Caniggia a Brasil en Italia 1990. Incluso en los peores momentos, cuando la oscuridad parecía cubrirlo todo, también en una ciudad con 24 horas de luz natural, y apenas cuatro minutos separaban a la selección de su mayor fracaso en los últimos 45 años, desde que no clasificó al Mundial de 1970, los hinchas no dejaron de alentar a sus jugadores y a Lionel Messi.
Si los argentinos hasta ahora miraban de reojo a esta selección, haciéndoles sentir el peso de las tres finales perdidas en tres años, entre el Mundial 2014 y las Copas Américas 2015 y 2016, y la desconfianza cubría a una generación de futbolistas a punto de despedirse de la selección, como Mascherano, Gonzalo Higuaín, Sergio Agüero y Ángel Di María, algo cambió la noche del 26 de junio. Pareció un pacto de convivencia hasta el final, como si el partido se jugara en el Monumental o la Bombonera de Buenos Aires.
El desastre golpeaba la puerta pero desde los 35 000 hinchas argentinos no salieron silbidos ni insultos, como si fueran conscientes de que no había retorno, que el fracaso envolvía a todos. Los hinchas dejaron en Nizhni Nóvgorod los insultos que habían lanzado en el partido anterior, el jueves en la derrota 3-0 ante Croacia, a excepción del entrenador Jorge Sampaoli, a quien volvieron a resistir con gritos y silbidos.
El “que de la mano de Lio Messi”se escuchó no menos de diez veces a orillas del mar Báltico, al igual que el nuevo hit de la hinchada en este Mundial, el “esta hinchada tiene a Messi y a Maradona”.
Hubo tensión y algunos amagues de pelea entre argentinos en la tribuna, en especial cuando Nigeria empató, pero los nervios nunca se trasladaron a los jugadores, una continuidad de la energía positiva que habían desprendido en el “banderazo”del día previo, frente al hotel donde se alojó la selección en esta ciudad. Incluso uno de los jugadores más apuntados hasta ahora por los hinchas, Higuaín, el delantero que desperdició varias situaciones de gol en las finales perdidas por Argentina, fue ovacionado durante casi toda la noche.
El jugador de la Juventus volvió a fallar una oportunidad clarísima, lo que le habría significado una amarga despedida de la selección. Ysin embargo el público siguió alentándolo: “Ole olé olá, Pipa Pipa”.
Diez minutos después del partido, cuando los empleados de la FIFA les pedían a los hinchas que por favor abandonaran el estadio, los jugadores de Argentina todavía no se habían ido del campo de juego. No es que dieran una vuelta olímpica para saludar al público, pero sí levantaron sus manos varias veces, y se acercaron a uno de los arcos, para agradecer el aliento que había bajado los 90 minutos. Argentina no solo le había ganado a Nigeria. También a Argentina.