Como estaba previsto, se clasificó a la gran final de la Serie A el equipo menos malo. A diferencia de otras ocasiones, no hubo un par de cuadros que marcaran el camino, que fueran la voz cantante desde el inicio. Al contrario, hubo una alternancia de líderes y las posiciones finales se han definido por una incapacidad crónica de definir los partidos. Es el fútbol que tenemos, digno del programa ‘Qué risa cuando les pasa’.
En términos prácticos, Barcelona fue el mejor y, a pesar de que ha tenido partidos vergonzosos, como la caída ante El Nacional, los penales botados en Loja y el horrible cotejo ante el Cuenca, sin exhibir la mínima jerarquía que se espera de un líder, hizo lo justo para quedarse con el botín y dar una gran alegría a sus sufridísimos seguidores. Ahora está a dos cotejos de ser campeón y jugará torneos internacionales dos temporadas seguidas.
Es la gran oportunidad para demostrar que los 14 años de derrotas han quedado en el pasado.