Argentina ha crecido en su juego

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Las notas estaban escritas; los análisis, preparados. Sobraban argumentos para explicar por qué la aventura iba a terminar allí, en los octavos de final.

Los jugadores se enteraron. Y aunque no la pasaron nada bien en aquella tórrida tarde de Turín, contra Brasil, “Diego los gambeteó, Caniggia los vacunó”, y todos explotaron con la rabia contenida como combustible. Eso fue en Italia 90, claro, donde un equipo caótico pero enfurecido terminó jugando los siete partidos, el último seleccionado argentino que lo logró.

Lo cierto es que la filosofía del “unirnos para jugar contra todo y contra todos” había nacido cuatro años antes, en México 86, cuando las críticas arreciaban contra el equipo de Maradona y de Bilardo.

Tan habituados a nadar contra la marea estaban que, cuando las aguas se calmaban, ellos mismo se encargaban de hacer olas. Y con una canción nacida en la intimidad -¡Se lo dedicamos a todos / la re- se celebró aquel título, el último. Aquel equipo se cruzó con Bélgica en las semifinales.

Diego venía de convertirle los dos goles a los ingleses y el envión era tal que los otros dos contra a los belgas, monstruosos, quedaron como una estadística.

No es todavía el salto a la final lo que busca dar, pero pasar por primera vez en 24 años los cuartos de final toma una dimensión comparable.

La decisión importante podría ser tomar esa rabia que tienen atragantada por sentirse criticados, menospreciados a veces, y utilizarla como combustible para acelerar hacia el destino.

Hasta aquí, la rebeldía ha aparecido por ráfagas, en los pies del más talentoso, Messi, además de los que no claudican, como Mascherano y Di María. Es hora de que se sumen todos.

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