Fiesta en Copacabana tras el triunfo de Brasil. Foto: Marcos Vaca / EL COMERCIO
.log-gg{width:20%;}.log-gg img{padding-right: 10px;}
El canto del Himno Nacional brasileño conmueve. En el estadio, se ve por las pantallas, lo cantan a capela y aquí en Río lo gritan con todas las fuerzas como para que lo escuchara Neymar Jr. en Brasilia, donde jugó Brasil.
Río está detenida. Existen pocos vehículos, en su mayoría taxis y buses, pero el tránsito fluye. En los bares, muchos de ellos adornados hasta los refrigeradores con alegorías amarillas, la gente está sentada casi sin parpadear.
Pocos alientan, sí insultan cuando un jugador falla una jugada; pero el fútbol no es más que 90 minutos de jugadas fracasadas que hacen saltar de la silla.
Los goles son los breves momentos de alegría que tiene la ‘torcida’ en un partido.
Fiesta brasileña en Copacabana. Foto: Marcos Vaca / EL COMERCIO
Brasil empezó con su juego contundente. No es el ‘jogo bonito’ de antaño, es más práctico y contundente; suficiente para ganar a Camerún.
La caminata en las calles de Río, mientras Brasil juega, permite ver a una ciudad tranquila. Talvez este es un privilegio porque dicen que aquí no se duerme, que siempre hay movimiento.
Una familia camina apurada, la madre va vestida de azul y amarillo; sus pestañas son grandes, amarillas como para decir que lleva la bandera en sus ojos.
Sus pequeños, en cambio, llevan la bandera en el cabello. La familia accede a sacarse una foto con una sonrisa como si supieran que Brasil golearía.
La calma cambia en Copacabana, el ambiente es más parecido a un estadio. Aquí está instalada una pantalla gigante, en lo que la FIFA denomina Fan Fest.
Es una feria de la alegría para el fútbol y para los ojos. Neymar Jr. mete el segundo gol y la samba empieza, las modelos, que llevan trajes cortos, acceden a tomarse fotos con los turistas. Así que siga metiendo goles Neymar.
La gente se abraza, seguro son los más fanáticos. Las olas del mar están tranquilas, sopla un viento fresco para el calor. En los bares de Copacabana, donde siempre hay fiesta, circula la cerveza como agua.
Un grupo de mexicanos busca alguna pantalla para enterarse cómo va su selección, que también se juega la clasificación. No hace falta, porque los locutores avisan los goles de México y los aztecas celebran tanto como los brasileños.
En el bar Joaquina se escucha la celebración del tercer gol mexicano y se empieza a especular con quién jugará Brasil los octavos, pero cae el cuarto gol y ya nada importa.
El fan fest es un ‘brazilian fest’. Todos están felices. La noche es joven y Copacabana… no duerme.