El fútbol que amamos y nos gusta ver

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El fútbol, ese juego hermoso, que alegra el alma. Jugado a ras de piso, con buen toque, con técnica, con inteligencia y corazón.

Que junta a los amigos en la canchita del barrio. Al rico, al pobre, al niño, al joven o adulto, porque para el fútbol con dos piedras ya tenemos un arco, con un trapo de pelota, y a jugar.

Incluso luego del partido al tercer tiempo a comentar las jugadas, los pases, los goles, las cargadas. Esas tardes únicas donde jugábamos por amor. Donde había solidaridad, belleza, lealtad, respeto.

Y jugábamos hasta el anochecer o terminábamos el partido porque el instrumento se iba a casa de la vecina para no volver.
Esos recuerdos vienen a mi mente.

Y de allí se transportan a todo lo vivido estos últimos años. Ahora en templos como la Bombonera, con una frase que decía “la Bombonera no tiembla…!!Late!!”, o el Centenario, tan antiguo como su túnel en el que pasamos momentos difíciles, o el histórico estadio Atahualpa, donde se logró lo imposible.

Como cuando le ganamos a Brasil por primera vez en una eliminatoria. O perder una final, o el retiro definitivo aquella noche también.

Y este presente con Ecuador en su tercer Mundial. Todos y cada uno han sido y son momentos únicos, porque el deporte debe trascender más allá de un resultado.

Debe ir al corazón, en donde se siembra como una semilla y cuyas enseñanzas quedan para toda una vida. Ser constante, a ser paciente cuando eres suplente. A ser grato, a ser humilde cuando das el gran salto.

A ganar y perder y sobre todo a aprender. Al final del camino, Ese es el único ganador, el verdadero campeón. Que teniendo fama y fortuna quiere compartir y servir. Todo gracias al fútbol que amamos.

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