Fan Fest en Río de Janeiro. Foto: Pablo Campos/ EL COMERCIO
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El Copacabana Palace es uno de los hoteles más lujosos de Río de Janeiro.
Allí hace base por estos días, la plana mayor de la FIFA, encabezada por Josep Blatter. El fortín de los poderosos del fútbol está custodiado por una gran cantidad de policías y fuera se observan los lujosos vehículos negros en los que tienen a disposición los dirigentes durante su estadía en el mundial.
Al frente de la lujosa edificación, una enorme pantalla se colocó en plena playa para que los aficionados, que llegan por oleadas al balneario, miren el penúltimo partido de la Copa. En la pantalla se ve al local y ultra favorito Brasil, caer sin atenuantes ante el fútbol vertical de los holandeses.
“Este es un mundial para olvidar, sólo queremos que se acabe” cuenta Marcos, mientras mira al equipo de ‘Felipao’.
Fan Fest en Río de Janeiro. Foto: Pablo Campos/ EL COMERCIO
Además de la enorme imagen de la televisión, a lo largo de la playa, los locales de comida y bebidas alcohólicas muestran las imágenes del partido por el tercer puesto.
La capacidad de los bares y kioscos está al máximo y en su mayoría son los brasileños quienes se concentran en ver la debacle futbolística del ‘Scracht’
“El problema es que Felipao no armó un equipo de talento, sino de choque”, dice el policía Alberto Salgado mientras escupe bronca por la pobre exhibición de su equipo.
Fan Fest en Río de Janeiro. Foto: Pablo Campos/ EL COMERCIO
Hay gendarmes como Salgado por doquier. Ellos están encargados de velar por el orden y de cuidar a la ruidosa hinchada argentina que ha llegado en enormes cantidades durante toda la semana.
Se estima que 100 000 argentinos cruzaron la frontera y se instalaron en Río, esperanzados en que su equipo logre la tercera corona mundial.
Es imposible no hablar de Río de Janeiro o de los últimos días de la Copa sin mencionar a los argentinos. Ellos son protagonistas de este final festivo. El canto ‘Brasil decime que se siente’ suena hasta el cansancio en cualquier punto de la ciudad.
Ayer mientras los brasileños veían con desazón a su equipo, en Copacabana, los argentinos volvieron la rua Atlántica en una peatonal. Se tomaron la calle e instalaron el carnaval. Cada gol holandés era un combustible para seguir cantando.
Para los brasileños ayer terminó la pesadilla. Dicen los medios deportivos que Luiz Scolari continuará en su cargo, pese a la debacle, pero en el debate nacional está instalada la necesidad de hacer cambios urgentes en la metodología de trabajo. Dicen que Brasil debe volver a ser la máquina histórica que producía estrellas de fútbol.