Omar de Felippe, entrenador del Club Sport Emelec, durante el partido por la Copa Libertadores jugado en el estadio Jocay de Manta ante el Internacional de Porto Alegre. Foto: Patricio Ramos/ EL COMERCIO
A 30 años de aquel trágico enfrentamiento que les costó la vida a 649 soldados argentinos, 255 británicos y tres civiles isleños, más otros tantos posconflicto, Omar De Felippe, exjugador y entrenador de fútbol, habló con Canchallena.com, del grupo La Nación, y narró su experiencia en las Malvinas.
“Hace unos años, cuando estaba contando en una nota que no iba a hablar más del tema, el camarógrafo me miró y me dijo: ‘No lo tome a mal, pero nos gustaría que la historia la cuenten los que estuvieron y no cualquiera”.
“Me hizo reflexionar y tiene razón. Uno debe homenajear a los compañeros que volvieron y a los que quedaron allá. Es importante que no se olvide y que las nuevas generaciones lo sepan”, confiesa De Felippe, sentado al borde de la pileta del edificio donde vive, en el barrio porteño de Caballito. Esto fue antes que el entrenador se vinculara a Emelec, de Guayaquil.
El 7 de abril, cinco días después de que el Ejército argentino tomara Puerto Argentino, un soldado le entregó a Rosa, la madre de De Felippe, una cédula de citación para su hijo, que acababa de ser dado de baja del servicio militar. Entre lágrimas, como si hubiese sentido lo que vendría, entró al cuarto de Omar y le dio la noticia.
“Le dije que se tranquilizara, que después iba. Y a las 10:00 me presenté en el regimiento. Yo no pensaba que me iban a llevar. Y cuando entré, me dieron la ropa y me cortaron el pelo. Parecía algo normal. No nos decían nada”, recuerda el ex DT de Olimpo, equipo con el que logró el ascenso a primera división el 2010 y que dirigió hasta noviembre del 2011.
Las siguientes 48 horas de De Felippe, como él explicó, estuvieron cargadas de incertidumbre. El 9 de abril vería por última vez a su familia antes de viajar a las Malvinas. Pero ellos no lo sabían. Él tampoco. “Cuando se fue la visita, nos formaron y nos entregaron el armamento. Entraron unos colectivos, nos subieron y salimos para Malvinas”, cuenta Omar.
De Felippe desembarcó en la Isla Soledad y, tras caminar más de 12 kilómetros por un camino sinuoso y acechado por las bajas temperaturas, llegó a Puerto Argentino. “La primera imagen siempre la recuerdo: era un agujero en la pared de una casa que se había ocasionado cuando tomamos Puerto Argentino. Mientras recorríamos las calles, los padres encerraban en las casas a los niños que jugaban en la plaza. Ellos también tenían miedo. Una vez instalados, comenzamos la rutina”, describe el exjugador de Huracán, Villa Mitre y Olimpo, entre otros, con la mirada perdida, como si aún estuviese viendo esas imágenes.
El DT de Emelec, De Felippe (izq.) aparece con otroscompañeros en las Malvinas.
Pero esa rutina cambió aquel 1 de mayo, cuando comenzaron los enfrentamientos, y el miedo invadió a Omar.
“No me imaginaba la guerra así. En un momento, mirando un combate, parecía una película. Hasta había momentos de belleza por la trazante de los fuegos. Tiene de todo una guerra. Estás sentado, rezando para que no te caiga una bomba”.
“Cuando se firmó la rendición, nosotros estábamos volviendo del frente. Caminamos unos 8 kilómetros, pero fue
un caos. Si bien la guerra se había terminado, seguían disparándonos. Hubo heridos y hasta muertos. Fue un descontrol. Teníamos que empezar a readaptarnos”.
Una vez de regreso, De Felippe, junto con el resto de los combatientes, estuvo 48 horas aislado en Campo de Mayo. “Comíamos asado a la mañana, al mediodía, a la tarde y a la noche. No usábamos los cubiertos, comíamos con las manos. Nuestra ansiedad era grande”, dijo De Felippe.
El DT de Emelec, que cumple hoy 53 años, está casado y tiene una hija, la pequeña Bianca, de 7 años, reflexiona: “Más allá de lo familiar, el fútbol me salvó la vida. No sé si habré tenido las condiciones suficientes para ser jugador, pero Huracán me había evaluado. Tan bueno no era porque no jugué en ninguna selección, pero me ayudó a encarrilarme en la vida. Me dio la posibilidad de poder ser una persona normal, como cualquiera, sin olvidar que me tocó estar en una guerra”.