El Nacional, el glorioso bi-tri, el verdadero álter ego de Liga en la era del profesionalismo, el más ganador de Pichincha, comenzó el año peleando no por un nuevo título sino por no descender. ¡Qué horror! En tres fechas los rivales le han pasado por encima –sí, por encima-, y la última gran respuesta del entrenador ha sido… ¡tildar al juez de hitleriano! No, el nazismo no tiene nada que ver aquí ni como metáfora.
Hasta ahora, Octavio Zambrano colecciona excusas. Que si el juvenil afecta al rendimiento del equipo. Que si le falta un centrodelantero. Que si los jueces están pitándole todo a El Nacional. Que si los expulsados. Que si no fue penal. Que si la cancha sintética… Todo puede ser y tiene parte de razón; pero los demás clubes también sufren por falta de jugadores, por la regla del juvenil y por los arbitrajes.
Pero a El Nacional le afecta algo más que explica esta debacle de tres derrotas seguidas y el último lugar: no alcanza una dinámica de juego que le permita al plantel afrontar sus partidos con un mínimo de confianza los 90 minutos.
Esa falta de dinámica, de automatismo de los pases y de las reacciones explica que los militares, a pesar de que tuvieron más tiempo la pelota que Liga, por ejemplo, fueron superados ampliamente en la efectividad del traslado de la pelota. O que, con una expulsión, se descalabran, como acaba de pasar con River.
El mal estado físico de algunos jugadores (Morante, Méndez y Guerra no están para partidos enteros), cierta liviandad de otros y la falta de roce del resto ha conspirado en contra de las intenciones de Zambrano. El DT tiene razón en buscar el balance de juventud y experiencia, pero no halla intérpretes adecuados.
¿Qué se viene? Con seguridad, Zambrano afrontará presiones y pesares. Si no mejora, podría ser el primer entrenador del año en salir. Y no será culpa de Hilter.