Cristian Pellerano (arriba, segundo de la izquierda) y su hermano Hernán trajeron a sus familiares. Juegan para clubes distintos en la capital. Foto: David Paredes /EL COMERCIO
El argentino Maximiliano Barreiro se confundió y condujo su auto hasta el estadio General Rumiñahui en vez de ir al Centro de Alto Rendimiento del Valle de Sangolquí, los primeros días de enero.
El delantero estelar de los negriazules se ríe al recordar esta anécdota. Ahora, maneja sin problemas por las calles de Sangolquí y Quito y llega a tiempo a las prácticas.
El gaucho de 33 años dice que “la vida en Quito y Sangolquí es tranquila”. Siente que la gente lo trata con respeto. Además, aquí cuenta con algunos compatriotas que juegan en su equipo y en otros planteles como Liga de Quito y Aucas. “Eso nos ayuda bastante a acoplarnos rápido”, cuenta el ‘Maxi’, quien lleva cuatro goles esta temporada, en el torneo local.
Su esposa Andrea Álvarez también se siente a gusto. Ambos procrearon a la pequeña Franchesca, de dos años.
Los clubes de la Serie A se inclinan por los argentinos entre los refuerzos extranjeros. De los 19 foráneos, 12 son gauchos. Además, hay tres uruguayos.
Varios de ellos se conocen y, por eso, suelen reunirse los días libres de las prácticas para compartir asados, ver películas o disfrutar de juegos con sus familiares.
Así ocurre con los hermanos argentinos Cristian y Hernán Pellerano. El primero juega para Independiente y el segundo, para LDU. Hace un mes, ambos planteles se enfrentaron por el torneo y los hermanos realizaron una apuesta, que consistía en una comida para toda la familia.
Hernán, de 33 años, no jugó por Liga, por una lesión. Su hermano, de 35, sí lo hizo, pero su club perdió. Con todo, pagó la apuesta con gusto.
Hernán se instaló con su esposa María Pía y sus hijos Catalina y Bautista en el sector de Cumbayá. Mientras que Cristian consiguió un departamento en Sangolquí, donde vive con su pareja Fernanda y sus herederos Simón, Francesca y Ernestina.
El zaguero de LDU también suele ir a la casa de Hernán Barcos, a donde también llegan el gaucho Adrián Gabbarini y el charrúa Gastón Rodríguez. Este último juega por primera vez en Ecuador.
El argentino Maximiliano Barreiro (izq.) es el goleador del Independiente del Valle; El uruguayo Gastón Rodríguez es uno de los refuerzos estelares de Liga. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Barcos lo llamó a inicios del año y le persuadió para que aceptara la oferta de los azucenas. El ‘Pirata’ ya había jugado en el Gremio con Maximiliano Rodríguez, hermano del mediapunta albo, y esto influyó para que fichara por la ‘U’.
Gastón pidió de favor a su padre Mario que lo acompañara en su nuevo club. Así, desde inicios del año, ambos viven en un departamento en el norte de la capital. Por las tardes, suelen visitar los ‘shopping’ y se adaptan a nuevas costumbres.
El ofensivo de LDU espera este fin de semana a su pareja Victoria y a su pequeño Lautaro, de dos años.
El jugador no tuvo problemas en el primer mes, pese a los temores por los efectos de la altitud de Quito. “Los médicos del club dicen que se ha adaptado muy rápido. Nos cuentan que a exfiguras como Damián Manso les costó mucho más tiempo”, expresa el progenitor del futbolista.
Mario suele acompañarlo a las prácticas en el complejo de Pomasqui. Santiago Jácome, gerente deportivo del plantel, solía trasladarlos al complejo en los primeros días. Pero ahora, ambos se trasladan en una camioneta. “Al principio utilizábamos el GPS. Pero ahora ya venimos sin problemas”, expresa el padre del ofensivo.
Otros extranjeros en la capital son el argentino Hernán Galíndez, quien cumple los trámites para obtener la carta de naturalización. Es el arquero titular de Universidad Católica, conjunto al que defiende desde hace seis años.
“Cuando vamos de vacaciones a mi país, con mi familia, nos sentimos extraños. Allá, el día se extiende hasta muy noche. Acá, ya nos acostumbramos a dormir temprano”, expresa el golero.
Eso sí, algo de lo que no se desprenden los rioplatenses es del mate. Siempre lo llevan a las prácticas de sus clubes.