En el 2007, casi 130 000 personas asistieron al Gran Premio de España de Fórmula 1 de Barcelona, las audiencias de televisión en el país batían récords y Valencia se sumó como escala del ‘gran circo’ automovilístco.
Hoy, cinco años después, la burbuja de la Fórmula 1 estalló en España, un país con graves problemas financieros y con un sector público obligado a ahorrar hasta el último euro por culpa de unas arcas vacías por la crisis y los excesos del pasado.
“Será bueno otro Gran Premio por ver cómo se está desarrollando la Fórmula 1 en España, donde hace unos años no había siquiera cobertura de televisión”, dijo el piloto Fernando Alonso en mayo de 2007, el día que se confirmó que Valencia entraría en la F-1.
La ciudad mediterránea entró con un circuito urbano por la nueva zona del puerto recuperada por la America’s Cup de vela de 2007. Todo estilo Mónaco.
Poco importaba que a 30 kilómetros hubiera un circuito en perfecto estado. Mientras Francia perdía el suyo, España pasó en el 2008 a ser el único país con dos grandes premios, como Alemania en los dorados tiempos de Michael Schumacher, con Hockenheim y Nürburgring.
Un hito en un calendario cada vez más orientado hacia Asia. Hoy, tanto Barcelona, sede tradicional del GP de España desde 1991, como Valencia trabajan en un pacto para alternarse cada año, reducir costos.
“La Fórmula 1 no es lo que más nos preocupa”, aseguró Alberto Fabra, presidente del gobierno regional de Valencia, ahogado por las deudas y que trata de renegociar a la baja los 20 millones de euros (USD 26,4 millones de dólares) que debe pagar anualmente a Bernie Ecclestone, explotador comercial del deporte-espectáculo.
Presionada por el agravamiento de la crisis, que incluso obligó al gobierno central de Mariano Rajoy a salir financieramente en su ayuda, Valencia parece proclive a aceptar ahora una solución que rechazó hace un año: compartir GP con Barcelona.