Abrigados con sacos y cobijas, amanecieron los hinchas del Independiente del Valle a las afueras de los lugares en donde se venderán las entradas para la final contra el Atlético Nacional de Medellín. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO
La fila es larguísima. La mañana de este lunes 18 de julio del 2016, cientos de hinchas forman colas que se extienden unas seis cuadras, desde el Municipio de Rumiñahui y terminan hasta dar una vuelta la Iglesia central, en Sangolquí, a unos 40 minutos de Quito.
Todos tienen un objetivo: conseguir entradas para apoyar a Independiente del Valle en la final de la Copa Libertadores de América, que disputa el miércoles contra el Atlético Nacional de Medellín. Los boletos para este partido están a USD 10 la general, 15 la preferencia, 20 la tribuna y 30 el palco.
“Por verlo campeón, el sacrificio lo vale”, asegura Patricio Males, un exhincha de El Nacional que ahora apoya al equipo del Valle y que llegó a los exteriores de la Alcaldía a las 20:00 de ayer domingo.
Como él, al menos unas 400 personas durmieron en la calle, en carpas, colocaron colchones en plena vía o se abrigaron bajo gruesos ponchos y gorros de lana. Eso sí, por debajo de toda esa ropa llevan la camiseta o la bufanda del Independiente del Valle.
“Mote, tortilla, hornado, Independiente es un tornado”, grita Males y sus allegados. En total son 10 miembros de esta familia que dejaron sus ocupaciones de lado para conseguir un boleto.
Juan Cevallos, hincha de la Liga de Quito, también durmió en la calle con su tía, primos y amigos, quienes sí son hinchas del equipo rayado. “Cuando Liga disputaba la final de la Libertadores, había mucha gente que le apoyaba. Ahora yo quiero apoyar al equipo de mi familia”, cuenta el joven y revela que su padre incluso jugó en los años 70 en el Independiente.
¿Qué pasó, por qué se hizo de la Liga? “Siempre hay un dañado en la familia”, contesta la tía del muchacho.
Conforme avanza la mañana, las filas se extienden y pese a las barras y buen ánimo de la gente los problemas se han presentado, sobre todo por los “colados”, quienes intentan ingresar a la fuerza.