Con la sencillez de los grandes y en un escueto comunicado, el maestro del toreo contemporáneo Enrique Ponce se fue de los ruedos.
Tras haber cautivado a los públicos del orbe taurino con su poderío, su elegancia, su arte magistral, con su cabeza privilegiada para entender a casi todos los toros de su dilatada carrera de más de 30 años como matador, en silencio y sin aspavientos, Enrique Ponce Martínez se fue de los ruedos.
Nadie sabe si el maestro del pequeño poblado de Chiva, Valencia, planifica una temporada de despedida o si su retiro es temporal. Lo cierto es que Enrique Ponce ha triunfado en las grandes plazas del mundo. Madrid nunca olvidará su magistral e imponente faena a ‘Lironcito’ en 1996 o esa misma Feria de San Isidro la tarde de los quites con Joselito, acontecimientos taurinos que quedaron para la historia (ambas tardes en mi vivencia personal).
Sevilla, Zaragoza, Valencia, su tierra, Bilbao, Salamanca y centenas de plazas de la geografía española aclamaron su arte, premiaron sus faenas y cantaron su gloria torera.
La inteligente afición francesa se le rindió en Nimes, Arles, Mont de Marsan, Dax y tantas plazas, así como en Lisboa y toda América taurina.
México ocupó un sitio especial y la afición de la plaza del Boulevar de Insurgentes le proclamó grande varias veces.
En Lima, fui testigo de excepción cuando cortó un rabo a un toro de Juan Pedro Domecq y le vi triunfar, rotundo, en Cali, Manizales ( al menos cuatro tardes colosales) y Bogotá.
Para el Ecuador, Ponce ha sido una de las máximas figuras.
Debutó el 30 de noviembre de 1991 con toros de Charrón con Emilio Muñoz y Pablo Santamaría. En 1992 cortó sus primeras dos orejas. En 1993 indultó su primer toro de Carlos Manuel Cobo, sumó tardes triunfales en 1994, 95, 97, 2003 y 2010 cuando volvió a cortar un rabo a un toro en faena rematada con la espada luego de Edgar Peñaherrera en 1980. En 2011 indultó a ‘Gobernador’ de Huagrahuasi (su tercer indulto). Tiene cinco trofeos Jesús del Gran Poder. Dio la alternativa a los ecuatorianos Mariano Cruz O. y Diego Rivas.
Conmovió con un faenón a Latacunga en 2016, donde actuó en tres años; deleitó a Riobamba. En la Plaza Belmonte sentó cátedra en cuatro festivales Virgen Esperanza de Triana y una corrida goyesca.