El técnico Edgardo Bauza llevó sus manos a su rostro cuando el árbitro Carlos Vera pitó el final del partido. Sobre el césped cayó el suéter negro con gris que tuvo sobre sus hombros durante el juego. Lo recogió y corrió a la cancha para abrazarse con sus jugadores.
El abrigo no era para protegerse del frío pues la temperatura en Guayaquil se mantuvo entre los 30 y 35 grados centígrados mientras se jugó el cotejo. Tampoco era una cábala. Solo se lo había puesto para que su camisa blanca mangas largas no se confunda con la de sus jugadores y así no recibir el llamado de atención del cuarto árbitro.
El estratega no tenía la mirada puesta en un punto fijo. Observaba a la tribuna San Martín (donde se ubicaron los hinchas albos). Buscaba a alguien entre sus jugadores. Hasta que lo encontró. Era a Hernán Barcos, quien había visto el partido desde las gradas. Cuando lo vio corrió a abrazarlo. “Esto es también para Argentina” le dijo al tiempo que Carlos el ‘Chino’ Luna se unía a la celebración.
Sobre el césped se encontraban, algunos acostados y otros arrodillados, los jugadores de Emelec. Los subcampeones salieron inmediatamente en vista de que la cancha fue copada por el cuerpo técnico albo e hinchas que saltaron las vallas de la tribuna San Martín para celebrar con los campeones en la cancha.
Los cánticos y la bulla salían de la barra de Liga: la Muerte Blanca. Pero ahí no estaban todos. En los exteriores del estadio, unos 500 seguidores azucenas que no pudieron entrar también cantaban. “Campeón, campeón’ Campeón hay uno solo, campeón Liga de Quito, el único campeón”. Ese era el cántico que retumbaba en la Caldera, como se conoce al estadio eléctrico.
En la mitad de la cancha los jugadores azucenas repetían el cántico. Habían formado un círculo y en medio estaba Bauza. Tenían puesta una camiseta blanca con la palabra “Campeones” estampada en la zona frontal. La utilería del club se las había repartido junto a una gorra azul con la misma palabra bordada en la visera.
“Hoy realmente estoy disfrutando” gritaba Bauza en medio de sus jugadores. Junto a él, Néicer Reasco bailaba mientras hablaba por teléfono. Había corrido al camerino a recoger su celular Blackberry para llamar a su esposa Germania González que se había quedado en Quito. “Ya te llevo la copa, mi amor”, le decía evidentemente emocionado.
Mientras los jugadores azucenas celebraban, en la mitad de la cancha se armaba el escenario donde Carlos Villacís, vicepresidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, les iba a entregar el trofeo que estuvo en exhibición durante todo el compromiso.
El escenario estuvo armado en menos de 10 minutos. Cuando la estructura estuvo lista, Bauza reunió a sus jugadores a un costado.
Quería que la premiación re realice rápido y así volver a Quito.
Apenas el escenario estuvo listo uno a uno los albos empezaron a subir. El primero en hacerlo, aunque no jugó, fue Enrique Gámez. A él Reasco le había dedicado el título minutos atrás. Luego el capitán albo cogió la Copa y los festejos se regaron por la cancha.
Partido Emelec vs. Liga de Quito (final 2010)