Los 84 años de Fabián Zurita, una experiencia de altura en el Rucu Pichincha

El andinista ecuatoriano Fabián Zurita camino a la cumbre del Rucu Pichincha, donde festejó su cumpleaños número 84, el 14 de octubre del 2018. Fotos: Carlos Rojas A: / EL COMERCIO

El andinista ecuatoriano Fabián Zurita camino a la cumbre del Rucu Pichincha, donde festejó su cumpleaños número 84, el 14 de octubre del 2018. Fotos: Carlos Rojas A: / EL COMERCIO

El andinista ecuatoriano Fabián Zurita camino a la cumbre del Rucu Pichincha, donde festejó su cumpleaños número 84, el 14 de octubre del 2018. Fotos: Carlos Rojas A: / EL COMERCIO

Fabián Zurita se detiene por un momento y observa que a lo lejos, más allá  del inmenso páramo y detrás de las nubes hacia el lado sur occidental del camino, aparece la punta blanca del Cotopaxi. “Mira, ¡qué bonito!... ¡qué paz!”, dice y respira hondo antes de continuar con su andar. Es el domingo 14 de octubre del 2018 y el legendario andinista se dirige a la cumbre del Rucu Pichincha para celebrar su cumpleaños número 84.

Por el estrecho sendero de tierra lo siguen unas 20 personas, la mayoría mujeres y hasta un niño de 9 años. Otros excursionistas se adelantaron, pero él está seguro que los alcanzará más arriba.

Con un bastón en la mano y dando golpes contra el suelo para poner más énfasis en sus palabras, el exjesuita asegura con voz alta que si caminan en fila, con tranquilidad y en silencio, avanzarán sin contratiempos por la ruta que va desde Cruz Loma hacia la cumbre, a 4 696 metros de altura sobre el nivel del mar.

Por la vía llena de chuquiraguas y otras plantas andinas el incansable educador se encontró con decenas de montañistas que lo saludaban con afecto. La mayoría también se tomó fotografías con el hombre delgado, que es una verdadera ‘estrella de rock’ de nuestras montañas y que en los páramos lleva siempre la misma camisa roja y negra a cuadros que tiene desde hace cuatro décadas.

Como lo había dicho antes, gracias a esa experiencia de 68 años entre los cerros y los pastizales, el grupo alcanzó a muchos de quienes se adelantaron.

Aunque los letreros en el inicio del sendero indican que a la cima del Rucu se llega en cinco horas, con sus amigos y familiares se demoró dos horas y cuarenta minutos a un paso suave, moderado. Los caminantes subieron por el Arenal, que es la vía más fácil para llegar a la cumbre. También se puede ir por el  ‘paso de la muerte’, pero esa escalada está reservada para andinistas con experiencia.

A pesar de que por el Arenal es menos complicado, hay empinados tramos de roca por los cuales es indispensable ayudarse con las manos para poder avanzar. El guía de 84 años los supera sin ninguna dificultad y en las partes más complejas ayuda a los novatos. 

Cuando Zurita llegó a la cima, los aventureros que se adelantaron lo aplaudieron. Entonces empezaron las felicitaciones y hubo más fotografías.

El día estaba nublado, pero hubo pastel y hasta se brindó con un poco de champán que llevaron sus amigos de la montaña. El guía octogenario estuvo feliz, agradecido y hasta dio un extenso discurso sobre la vida que quedará guardado en la memoria de quienes estuvieron ese domingo sobre el coloso que protege a la capital ecuatoriana. “Gracias a la montaña estoy aquí a los 84 años, con una mentalidad de joven, alegre, entusiasta. De aquí uno regresa renovado para continuar luchando abajo”.


Un hombre apasionado

“Fabián es igualito, no ha cambiado nada”, asegura Ramiro Sáenz, de 73 años y quien conoció a Zurita cuando este era profesor en el Colegio San Gabriel. “Ya entonces era rebelde, desatado, loco, y nosotros lo seguíamos. En esos años fue el mentalizador de la revista Montaña y lo admirábamos. Yo tendría unos 15 y él unos 25 años cuando lo conocí”, recuerda Sáenz, quien se inició en el montañismo en la adolescencia guiado por quien es ahora su estimado amigo.

Idealista, apasionado y ‘loco’; extremista en muchos aspectos, Zurita vive en campaña permanente contra el sedentarismo y los malos hábitos alimenticios. Muchos se sorprenden al verlo tan activo, pero él está convencido que la mayoría de personas puede tener una vida más saludable al incorporar una alimentación equilibrada y ejercicio regular. “La salud está en el plato y en la suela del zapato”, repite permanentemente.

Desde que ‘nació a la montaña’, en diciembre de 1950 cuando con 16 años fue parte de una excursión del San Gabriel en los Ilinizas, no ha dejado de sentirse vivo y renovado cada vez que está en contacto con la naturaleza. Al igual que un hincha que acude los domingos al estadio para acompañar a su equipo, el exjesuita necesita nutrirse de la montaña al menos una vez por semana. Él calcula que ha llevado a más de 53 mil personas a las cumbres y siente que popularizar el montañismo en Ecuador ha sido su misión.

Reconoce que en muchas ocasiones, tanto como guía y en su vida privada, ha sido muy duro, muy exigente. “Creo que no hay que arrepentirse de nada, porque las circunstancias le ayudan a uno en la vida. No cambiaría nada, aunque soy muy duro conmigo mismo y exijo mucho a la gente. He cambiado un poco, aunque debo ser más tolerante, pero gracias a esa intolerancia he podido hacer lo que he hecho”, asegura el padre de dos hijas.

Por sus campamentos vacacionales Aire Libre han pasado más 25 000 adolescentes desde 1974 y continúa siendo guía de montaña. Es más, para finales de octubre tiene planificado empezar con un nuevo programa de ascensión, del Ilaló al Cotopaxi, en el que ayuda para que personas de toda edad suban montañas cada semana hasta finalizar en la cima del volcán activo de 5 897 metros. Para más detalles del programa se puede llamar al teléfono 02 290 0784, desde el mediodía hasta las 17:00. 

El hombre que no tiene teléfono celular y es “peleado con las computadoras”, espera tomarse una fotografía en el Cotopaxi y colocarla como portada del libro 80, Cuarta Juventud’ que está cerca de finalizar.

Ese legado escrito será también parte de su insistente cruzada contra el sedentarismo, los malos hábitos y las limitaciones por la edad que tanto combate. “Hay que quitarnos de la cabeza eso de la tercera edad, porque eso limita a las personas y hace mucho daño. Por eso sigo en las montañas para demostrar que la vida continúa sin importar la mal llamada tercera edad”, asegura el hombre que vive con pasión su cuarta juventud.

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