El espíritu de Quintero no se doblega frente a los reveses

Santiago Quintero, mientras hojea en su casa el último libro de montañismo que adquirió en Katmandú (Nepal), mantiene esa efusividad que lo ha llevado a escalar las montañas más altas del mundo.

Él se considera un hombre de hierro y no huye ante los desafíos. Por eso no descarta un tercer intento, en el futuro, para llegar a la cima del Cho Oyu, de 8 201 metros, la sexta elevación más alta del planeta. Esa se ha vuelto su karma. A ella no pudo llegar en las dos ocasiones que intentó en su último viaje. En uno de estos intentos, Quintero se quedó a 20 metros de la cumbre, es decir, a unos 30 minutos de caminata.

Aquel 6 de octubre, en el que realizó el primer intento de llegar a la cima de la montaña conocida también como la ‘Diosa Turquesa’, el viento soplaba a cerca de 40 kilómetros por hora.

Quintero partió hacia la cima solo y sin tanques de oxígeno. Sobre los 8 000 metros el viento lo movía y lo hacía retroceder a cada paso. Pero él estaba decidido. Por eso dejó su mochila en una grieta, para caminar más ligero. Él cuenta que estaba físicamente entero.

Pero cuando llegó a los 8180 m. sintió que sus manos estaban cerca de congelarse. Esto, a pesar de que la ropa especial que traía resiste temperaturas de hasta menos 35 grados.

Por eso decidió retornar al campamento 2, ubicado a 7200 metros, pese a que esta etapa era considerada fácil. “No tenía sentido continuar porque solo había estas opciones: llegar a la cumbre, estar ahora en un hospital, retornar y volver a intentarlo”.

El clima no era el adecuado para ascender nuevamente. En el campamento base los otros expedicionarios ni siquiera salían de sus carpas. Pero Quintero se aventuró otra vez el 15 de octubre.

Al verlo partir, otros montañistas le dijeron que no lo intentara, porque el viento soplaba fuerte. A él no le importó. Subió solo en medio de la nieve y llegó a los 8 100 metros. Pero en esta ocasión, a más del fuerte viento, también se sintió cansado.

Resignado pero agradecido bajó la montaña. Mientras lo hacía, cuenta que daba gracias a Dios, a quien también llama energía superior o cósmica que lo protegió en los Himalayas.

Este otoño (septiembre y octubre), de los 500 expedicionarios que llegaron al campo base del Cho Oyu, solo unos 40 intentaron llegar a la cumbre, por las malas condiciones climáticas.

De estos, solo cuatro deportistas lo lograron. Uno de ellos fue Quintero, quien llegó la cima secundaria, y tres expedicionarios que subieron a la cima principal.

El montañista de 36 años retornó al país el último domingo, tras 45 días de expedición.

En su casa, donde tiene máscaras, esculturas y otros recuerdos de los sitios en los que hizo sus proezas, cierra el libro, ‘8 000 metros de vida’, que le costó USD 150. “Algún día quiero tener unos 500 libros de montañismo”, cuenta el aventurero que tiene un nuevo proyecto, pero que prefiere omitir su nombre por ahora.

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