Una infancia de fantasía, un tío-entrenador que funcionaba como semidiós, una llamativa obsesión por competir y una humildad a prueba de balas: así llegó Rafael Nadal a convertirse en el destructor de límites en el tenis.Con su título del lunes en el Abierto de Estados Unidos, el español entra a los 24 años en la categoría de leyenda de su deporte.
Sólo él y otros seis hombres lograron alzar los cuatro trofeos de Grand Slam en más de un siglo de historia. Nació el 3 de junio de 1986 en Manacor, una ciudad sin atributos en el medio de la isla de Mallorca, Nadal llegó mucho más lejos de lo cualquiera imaginaría.
Cualquiera, salvo él mismo y su tío, Toni Nadal. “Toni, no hace falta que hagas llover, puedes parar la lluvia porque seguro que a este partido le doy la vuelta”.
Nadal era un niño aún, y estaba convencido de que su tío contaba con superpoderes. Era el tío que le había prometido que si en un partido las cosas se complicaban demasiado, él haría llover para detener el juego y darle una posibilidad de recuperarse.
Aquella vez Nadal estaba perdiendo 3-0. Comenzó a llover, y la figura de su tío, el mismo que lo hizo jugar como zurdo siendo diestro, se agigantó. El mismo tío que durante años le hizo creer que había sido un cotizadísimo delantero en la Liga italiana de fútbol.
Un día, ya aproximándose a la adolescencia, Nadal descubrió que había vivido en un mundo de fantasía.
Aquellos juegos, también aquel en el que Toni lo transformaba en invisible y toda la familia participaba de la fantasía, eran pasado.
Protegido por su familia y amigos de siempre, el ‘Joven Maravilla’ fue dando pasos de gigante hasta sumar 42 títulos -nueve de ellos de Grand Slam, un oro olímpico- y tres conquistas de la Copa Davis.Tenía 15 años cuando ganó su primer punto para el ‘ranking’de la ATP, un 6-4 y 6-4 sobre su compatriota Israel Matos.
La semana anterior había perdido 13 match points ante otro español, Guillermo Platel. Fue el 11 de septiembre del 2001, en un Future en Madrid. Se quedó sin su primer punto ATP, pero de aquel día recuerda sobre todo los atentados en Nueva York y Washington. “Lo que más me impactó en toda mi vida”, dice. Nueva York vuelve a impactarlo, porque nueve años y dos días después de aquella frustración ante Platel, Nadal se alzó a la cima de las cimas. Aparentemente poco más le queda por ganar, salvo el Masters de fin de año y algún torneo grande como el de Miami.