Cuando los favoritos no clasifican desatan dramas mediáticos. La mayoría sigue el camino fácil: en lugar de analizar la eliminación acude a las decisiones arbitrales para justificar errores con múltiples orígenes.
Si las equivocaciones arbitrales perjudican a selecciones de países “chicos” no hay problema. Sin embargo, cuando estas mismas equivocaciones tocan a los favoritos se arman escándalos y se pide la cabeza de los jueces.
En la Copa América la eliminación de Uruguay y Brasil estremecieron el ambiente. Venezuela fue el verdugo de los uruguayos mientras un renovado Perú dejó en el camino a un rústico Brasil tras un gol conseguido con la mano.
El juez privilegió lo reglamentario a lo ético. El árbitro y su asistente al parecer no miraron la falta mientras un asesor externo les comunicó de la existencia de la mano. Y el juez decidió no sancionar lo que no vio. Punto y aparte.
Brasil perdió porque su fútbol no pudo ante un renovado Perú. Las grandes cadenas apuntaron al análisis de la polémica jugada y no faltaron quienes como jueces supremos esgrimieron juicios de valor contra Raúl Ruidiaz el autor del gol.
En lugar de las lamentaciones y adhesiones que no necesita Brasil sería bueno preguntarse qué pasa con Brasil. Probablemente la respuesta se encuentre en una reflexión compartida por César Luis Menotti y Jorge Valdano. “Cuando se pierde un partido o un campeonato siempre habrá otras oportunidades. Pero cuando se pierde el estilo, se pierde todo”.