Historias mínimas del rally Dakar: del agua bendita a la luna de miel

El piloto Federico Villagra (Arg.) y los copilotos Jorge Perez Companc (Arg.) y Andres Memi (Arg.) del equipo IVECO el 13 de enero de 2016, entre las localidades de Belén y La Rioja, a la altura de Fiambala (Argentina). Foto: Nicolás Aguilera/ EFE

El piloto Federico Villagra (Arg.) y los copilotos Jorge Perez Companc (Arg.) y Andres Memi (Arg.) del equipo IVECO el 13 de enero de 2016, entre las localidades de Belén y La Rioja, a la altura de Fiambala (Argentina). Foto: Nicolás Aguilera/ EFE

El argentino Alejandro Patronelli, del equipo Yamaha, compite el 15 de enero de 2016 en el rally Dakar 2016, entre las localidades de San Juan y Villa Carlos Paz (Argentina). Foto: Felipe Trueba/ EFE

Cuatriciclos rociados con agua bendita, una luna de miel bajo el rugir de los motores, un multimillonario que busca la aventura y una pasión compartida por padre e hijo son unas pocas de las muchas historias mínimas que le dan color al rally Dakar en Argentina y Bolivia.

La carrera fuera de pista más dura es un desafío que cautiva a todo tipo de personas, sin importar credos ni clases sociales. Jorge Pérez Companc es hijo del empresario argentino Gregorio Pérez Companc, dueño de una de las fortunas más importantes de la región, y un apasionado por los autos y las carreras.

Mientras que su padre colecciona vehículos de todo tipo, Jorge y sus hermanos Luis y Pablo se inclinaron por el automovilismo y participaron en todo tipo de categorías y competencias. Jorge y Luis fueron incluso los primeros argentinos en terminar un Dakar. Fue en 2000, cuando la carrera aún competía en África. "Fue tan difícil llegar al final que la medalla que nos entregaron es uno de los pocos trofeos que tengo en mi oficina", expresó a dpa Jorge Pérez Companc.

El piloto Federico Villagra (Arg.) y los copilotos Jorge Pérez Companc (Arg.) y Andrés Memi (Arg.) del equipo Iveco el 13 de enero de 2016, entre las localidades de Belén y La Rioja, a la altura de Fiambala (Argentina). Foto: Nicolás Aguilera/ EFE

Este año el empresario volvió a desafiar a la exigente prueba sobre un camión Iveco conducido por su amigo Federico Villagra, con quien ya había participado en varias temporadas del Mundial de Rally. "Se nos ocurrió hacerlo sobre un camión para divertirnos. Imaginábamos que íbamos a andar bien, pero este resultado es una gran sorpresa", reconoció el empresario y navegante, satisfecho por los buenos puestos obtenidos.

Otros dos argentinos que son grandes protagonistas de esta edición son Marcos y Alejandro Patronelli, que regresaron a la competencia luego de un pequeño impasse y dominan la clase cuatriciclos.

Los hermanos cuentan con el respaldo del resto de su familia, que fueron inscritos como mecánicos para poder acompañarlos dentro del vivac. Su padre Roberto, su mamá Mónica y sus hermanos Gabriel, Nello y Clara tienen un rol fundamental: custodiar celosamente los quads.

Tal es su compromiso que le impiden acercarse a las máquinas a cualquier persona ajena a Yamaha, que le presta la asistencia. También espantan del lugar a fotógrafos indiscretos y a aquellos miembros de otros equipos que pretenden saber más detalles técnicos de los Raptor 700.

La celosa custodia incluye un ritual para alejar las malas vibraciones: mojar los cuatriciclos con agua bendita a modo de protección antes del inicio de cada etapa. Y si de familia se habla, es inevitable mencionar a los españoles Domingo y Carlos Fernández, padre e hijo que participan del Dakar por segunda vez consecutiva.

Cuando solo restan pocos de los 9 500 kilómetros de la carrera, estos motociclistas oriundos de Murcia, en el sur del país, están cerca de cumplir la meta de volver a llegar a la rampa de llegada. "Siempre soñé con correr el Dakar. Recuerdo que cuando salía desde España veía pasar a los competidores por la autovía que está cerca de mi casa y me hervía la sangre. Ni en mis mejores sueños hubiera imaginado compartir esta experiencia con mi hijo. Es el sueño de muchos padres del mundo", resumió Domingo. Y Carlos no se quedó atrás: "Fue una ilusión correr con mi padre, con quien di los primeros pasos encima de una moto. Esta carrera es única y especial y qué mejor que hacerla con él".

Otro caso curioso es el del italiano Paolo Ceci, integrante del equipo HRC. El pasado 12 de diciembre se casó con Sara tras cinco años de noviazgo y están viviendo en este Dakar una particular luna de miel.

El motociclista portugués Paulo Goncalves (der.), del equipo Honda, es remolcado por el italiano Paolo Ceci (izq.) de KTM el 12 de enero de 2016, en la novena etapa del rally Dakar 2016, en la localidad de Belén (Argentina). Foto: /Nicolás Aguilera/ EFE

 "Tal vez no sea el lugar ideal para una pareja de recién casados, pero me gusta tener la posibilidad de compartir esta experiencia con mi esposa. Su presencia me da mucha fuerza", dijo Ceci a dpa. Mientras ya programa un viaje más distendido a Finlandia o Noruega, el motociclista disfruta de tener a Sara cerca al final de cada etapa. "No solo me asiste, sino que me hace cariños. Qué más puedo pedir", aseguró. Pero en el Dakar no todas son historias con final feliz.

El español Alberto Prieto debutó este año en la carrera dentro de la categoría cuatriciclos pese a tener el brazo izquierdo paralizado como consecuencia de un accidente de tránsito que le ocurrió en 2003. Si bien su condición le impidió pelear por los puestos de punta de la categoría, estaba logrando su objetivo de completar las etapas para llegar al final de la carrera. Pero en el tramo que comenzó y terminó en Belén, en la provincia argentina de Catamarca, fue evacuado por precaución por el helicóptero de la organización. "Las condiciones de la arena eran terribles por el intenso calor, pero yo estaba perfecto y mi cuatriciclo no tenía ningún inconveniente. Solo hubiese necesitado que algún otro piloto me ayudase a salir de ese difícil terreno para continuar", se lamentó Prieto, que corrió con un quad adaptado para controlarlo con el brazo derecho y los pies.

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